Una hija y dos mil euros

Una hija y 2.000 euros., Eso es lo que le ha costado a la madre de la niña Bodor Ahmed, muerta durante una operación de ablación en una clínica médica egipcia, la realización de esta práctica. Una hija que murió. Dos mil euros a los que renunció cuando tomó la decisión de no aceptar el soborno que le ofrecía la médico causante de la muerte de su hija.

Los medios nada dicen acerca de quién llevó a Bodor Ahmed a esa clínica ni por qué lo hizo. No sabemos si la madre estuvo de acuerdo y luego se arrepintió a la vista de los resultados, o si se negó desde un principio pero nada pudo hacer frente -pongamos por caso- a la voluntad de su marido.

Sea como fuere, esta mujer ha echado a rodar una bola que ha ido creciendo y que ha terminado con: el castigo para la médico y la clínica en que se realizó la mortal ablación; la prohibición legal de esa práctica bestial en Egipto; más allá de la prohibición en sí, la eliminación de trampas legales que hasta entonces abrían la puerta a que se escapase de cumplir la ley quien no quisiera cumplirla.

No conozco el nombre de esta madre, pero sí puedo conocer su valor y su dolor, porque enfrentarse ella sola a la amenaza y al rechazo masculino (y probablemente de muchas mujeres también) es algo que sólo puede hacerse si se es muy valiente y si se siente tanto dolor como el que deja ver morir a una hija sin que haya justificción alguna para su muerte.

Pocas veces una muerte habrá provocado tantos beneficios para tanta gente.