Pruebas definitivas de la inexistencia de Dios
El discurso que el Papa de Roma hace en la noche del 24 de diciembre tiene una significación especial, ya que está hablando el representante del Dios cristiano en la Tierra y lo está haciendo, por así decirlo, en el momento de celebrar el cumple de su representado. Es muy propio, pues, que para su discurso de la Misa del Gallo, Ratzinger haya elegido este año el tema de los niños.
Apropiadamente, trazó el dirigente católico un simil entre el Niño Jesús y todos los niños del planeta y con mucho acierto (claro, es infalible, así cualquiera) retrató el sufrimiento del primero y su modestia al aceptar íntegra la pobreza y las dificultades inherentes a su nacimiento como humano en un establo. En consecuencia, llamó la atención sobre el paralelismo con los cientos de miles de niños que son víctimas de malos tratos, de explotación laboral y comercial, de abandono y de necesidad.
Muy bien todo, diría yo.
Lo malo es que, a medida que iba desgranando el rosario de lacras que sobre los niños pesan hoy en día y desde hace siglos, iba creando un agujero negro, un vacío ominoso casi tangible en el centro de su propio discurso. Esos "fieles romanos y peregrinos de los cinco contienentes" a los que se refiere la nota de prensa debieron tocar los bordes grasientos de ese agujero y tuvieron seguramente que ver en sus profundidades algunos destellos espeluznantes, un poltergeist de quejas y voces lastimeras, una psicofonía de niños pidiendo por favor que les dejaran en paz. Pidiéndoselo a un sacerdote católico a quien su obispo y, por encima de él, su Papa, cobijaron más tarde bajo el manto vergonzoso del encubrimiento.
¿Cómo se puede tener tamaña desfachatez y no ser fulminado por su propio Dios?
Si alguien necesitaba más pruebas de la inexistencia de éste, aquí tiene la definitiva.
Apropiadamente, trazó el dirigente católico un simil entre el Niño Jesús y todos los niños del planeta y con mucho acierto (claro, es infalible, así cualquiera) retrató el sufrimiento del primero y su modestia al aceptar íntegra la pobreza y las dificultades inherentes a su nacimiento como humano en un establo. En consecuencia, llamó la atención sobre el paralelismo con los cientos de miles de niños que son víctimas de malos tratos, de explotación laboral y comercial, de abandono y de necesidad.
Muy bien todo, diría yo.
Lo malo es que, a medida que iba desgranando el rosario de lacras que sobre los niños pesan hoy en día y desde hace siglos, iba creando un agujero negro, un vacío ominoso casi tangible en el centro de su propio discurso. Esos "fieles romanos y peregrinos de los cinco contienentes" a los que se refiere la nota de prensa debieron tocar los bordes grasientos de ese agujero y tuvieron seguramente que ver en sus profundidades algunos destellos espeluznantes, un poltergeist de quejas y voces lastimeras, una psicofonía de niños pidiendo por favor que les dejaran en paz. Pidiéndoselo a un sacerdote católico a quien su obispo y, por encima de él, su Papa, cobijaron más tarde bajo el manto vergonzoso del encubrimiento.
¿Cómo se puede tener tamaña desfachatez y no ser fulminado por su propio Dios?
Si alguien necesitaba más pruebas de la inexistencia de éste, aquí tiene la definitiva.
Comentarios
Dado que quien lo hace es la máxima autoridad de una religión que propone la fe en un único Dios todopoderoso, entiendo que quien incumple tan notablemente las leyes de ese Dios y, con resultado de escarnio, lanza hoomilías como la que enlazo en la entrada, debería ser fulminado por ese Dios. Si no lo hace es porque no existe.
¿Un poco cogido por los pelos? Pues vaya usted a cualquier manual de doctrina católica y ya verá lo que son razonamientos cogidos por los pelos, ya...
Un saludo.
Un saludo.
Tal como revelaba Público ayer, viernes, en su portada (http://kiosko.net/es/np/publico.html), siete de cada diez adultos españoles no asisten a ningún rito religioso en estos días, y (más significativo aún), sólo el 6% de los de este país es fiel a la tradición católica.
Así que son hoy muchos menos los que podrán creer a pies juntilllas lo que diga Ratzinger, porque son muchos menos los que van a algún sitio en que puedan oirlo. Acabarán enterándose dentro de unos días, pero el impacto del momento habrá pasado.
Eso que salimos ganando los demás.
Un saludo.
Lo considero el máximo desprecio hacia las cuestiones relacionadas con las divinidades. Es la soberbia de un ser humano, o sea, de alguien que cree ser el producto más refinado de la Naturaleza, para lo bueno y para lo malo.
Dicho de otra manera, creo que mi padre ha salido a mí, no al revés.
Un saludo.
http://es.wikipedia.org/wiki/Anton_LaVey