Sin etiquetas

Se ha muerto ese hombre de la voz rota, muy rota. Mitad Beatle, mitad Rolling Stone, producto de una época indescifrable para las mentes bienpensantes y políticamente correctas que tanto proliferan hoy en día, dicen que era consumidor compulsivo de alcohol y quizás de otras cosas (pero eso nunca se puede decir con seguridad, que los mitos son muy potentes y no siempre ciertos). No es extraño, porque su época fue la de romper con lo establecido, tanto en lo político como en lo social. Y siempre que se quiere romper con todo, claro está, se cometen excesos, se le va a uno la mano.

Pero rescatando el fondo de lo que hacía, y descartando el cómo pudiera hacerlo, Joe Cocker, y con él toda su época, tenía como fin esa ruptura, ese vivir sin etiquetas. Eso era válido entonces y es válido ahora.

Ahora, sin embargo, no existe un Joe Cocker en la música, como no existe en política. Incluso en el medio más rupturista que pueda uno imaginar en esta España a caballo entre el feudalismo pepero y el grito de libertad acuciante, lo rompedor se queda demasiado a menudo en los discursos y se concreta muy poco en las actitudes.

Tomemos como ejemplo Podemos. Vamos a acabar con la casta y con la "forma vieja" de hacer política, pero nombramos un secretario general como los de toda la vida (incluso yo diría que con alguna potestad más que las que tienen los herederos de los partidos de toda la vida); un comité central al que llamamos Consejo Ciudadano; y un comité ejecutivo al que llamamos Consejo de Coordinación. Hacemos listas abiertas, pero nos aseguramos de que salga sólo una. Como si fuera la saga de Los Inmortales: "sólo puede quedar uno".

La dirección elegida debería ser la dirección de todas y todos los que formamos parte de Podemos. Se pidió a todo el mundo (con mucha lógica) que, una vez terminado el proceso electoral constituyente, dejáramos las reticencias a un lado y remáramos en la misma dirección. Pero cuando Pablo Iglesias o Luis Alegre cogen los remos, la quilla del barco sólo apunta (en estas otras elecciones internas de ahora para elegir los consejos ciudadanos municipales) hacia las candidaturas Claro que Podemos. SUS candidaturas. Es como una marca registrada, que además ya advirtieron que tenían una especie de copyright y que sólo la podrían usar aquellos a quienes ellos dieran el visto bueno. No, esto no es política nueva.

Naturalmente, sigue siendo válido el impulso regenerador subyacente en Podemos. Sigue siendo ilusionante la posibilidad que abre de romper con buena parte del tinglado político de este país. Pero esas formas no auguran nada bueno. Ninguna excusa puede valer para tantas cosas, ni siquiera la de necesitar atar todo muy bien para que la toma del poder institucional sea un hecho para esta primera ocasión que se presenta.

En la localidad en que resido no habrá ninguna lista de Claro que Podemos. No me congratulo por ello, desde luego, pero sí me alegra que haya algún sitio en que la gente sea capaz de saber vivir y planificar la política sin etiquetas.

Ni siquiera la de ese gran fenómeno llamado Pablo Iglesias.

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