Pablo Iglesias, Verstrynge y el Papado

Oigo a Pablo Iglesias en una tribuna pública defender apasionadamente a Jorge Verstrynge y denostar a multitud de profesores universitarios "de izquierdas", como él los llama con algo de desdén, porque, asegura el embrión de fenómeno mediático, estos últimos han juzgado al ex-secretario general de Alianza Popular en su intento de auparse como elemento representativo de Podemos. Se me ponen los pelos de punta, francamente. Me explico.

Yo me he apuntado a un círculo de Podemos porque tras leer el manifiesto fundacional de esa formación y tras analizar, hasta donde mi información alcanza, los hilos con los que se está tejiendo su existencia, me ofrece una razonable garantía de que su propósito y su potencialidad son distintos, por un lado, de los partidos políticos tradicionales al uso; y, por otro, de las formaciones asamblearias que han proliferado en este país en los últimos años, buenas, bajo mi punto de vista, para despertar el reflejo de la rebelión y organizar la protesta, pero no para dar solución a lo que provoca la una y la otra.

Lo primero que me ha convencido de Podemos es que no hace una crítica feroz y abstracta de la política, vinculándola a los políticos conocidos como si aquella fuera consecuencia ineludible de éstos. Por el contrario, declara su convencimiento de que es mediante "la" política como podremos quitarnos de encima "esta" política.

Lo segundo que me ha llevado a incorporarme a uno de sus círculos es ver la gente que la sustenta, que apuesta por ella. Podemos (es bien conocido) surge de una iniciativa de nivel muy personal. Precisamente de una iniciativa muy centrada en Pablo Iglesias. Pero quienes recogen la idea y la propuesta y comienzan a trabajar para articularla no son Pablo Iglesias y tres más, sino un conjunto de gentes que en muchos casos llevan décadas haciendo esa política que nunca ha sido la basada en la componenda y la corrupción, sino en la propuesta, el debate y la acción hasta donde han alcanzado las fuerzas.

Llegado el momento de la primera prueba de fuego para una formación política recién nacida, como es el caso de una cita electoral próxima, inevitablemente adquieren un protagonismo que no necesariamente tiene que tener fuera de ese ámbito, cosas como quién va a representar a quién y para qué. Es decir, el asunto de los candidatos. Un candidato representará, si es elegido, a una cierta cantidad de personas ante una determinada institución. Pero, independientemente de que sea elegido o no, mientras hace pública su candidatura y la defiende, antes del momento de las votaciones, esa persona está representando a la fuerza política por la que se presenta. En el caso de Podemos, sus candidatos me representan, entre otros, a mí.

Y no quiero que me represente Jorge Verstrynge, o bien tener que sentirme representado por él. Es mayormente por la cosa esa de su pasado, lo admito, pero también por cosas de su presente, que tienen que ver con declaraciones públicas muy recientes que caen con bastante rotundidad en el terreno de la xenofobia, o cuanto menos del chovinismo más acendrado y el rechazo implícito a personas de otros países que migran hacia éste en el que vivimos.

Llegado a ese punto, me surge la misma duda que parece surgirle a Pablo Iglesias a tenor de lo que dice en el video de su intervención pública mencionada al principio de este escrito: ¿no estaré siendo injusto? ¿Acaso no debe tener Verstrynge la oportunidad de cambiar de ideología y de planteamiento político?

Mi pasado me empuja hacia la generosidad de reconocer ese derecho a cualquiera. Pero también me empuja a medir con tranquilidad y sin apasionamiento los pasos a dar en ese sentido. Pablo Iglesias da varios ejemplos que ilustran la mudanza ideológica y política de Verstrynge: la participación en una protesta estudiantil, el carácter más radical que el de otros en esa protesta, el hecho de haberse ido a su puesto de profesor universitario tras ser líder destacado de la derecha franquista, no haber cedido a la tentación de acaparar puestos en consejos de administración de empresas solventes... Todo ello, la verdad, bastante valorable.

Personalmente, me gustaría coincidir una vez con Jorge Vertrynge en un café, pongamos por caso, y poder preguntarle acerca de su trayectoria política, que siempre ha despertado en mí, lo confieso, bastante curiosidad. Realmente han pasado muchos años en los que su proyección política ha sido escasa, por no decir inexistente, pero siempre muy alejada de esa derecha en la que hizo sus primeras armas. Es alentador, incluso, que haya casos así. Creo, incluso, que probablemente Don Jorge acabase cayéndome simpático. Yendo más allá, no me sorprendería que aceptase (si él también lo hacía, claro) compartir con él actuaciones y determinadas militancias políticas.

Pero eso es una cosa, y otra, muy distinta, aceptar que así, sin más ni más, se erija en representante mío. Que su cara, con las tiernas arrugas de su presente, pero inevitablemente la misma que la de su pasado, sea una de las caras con las que a mí me vean. Que su pensamiento, cuando hable de determinadas cosas, sea el que me atribuyan a mí. Con eso, hoy por hoy, no estoy de acuerdo.

Pero menos de acuerdo aún estoy con el hecho de que alguien que representa a Podemos en mucha mayor medida que Jorge Verstrynge, como es el caso de Pablo Iglesias, defienda a aquél y su presencia en las listas de elegibles como candidatos dentro de Podemos. No quiero que la idoneidad de una apuesta de este calibre esté basada en que el más mediático de todos los promotores de Podemos haya sido o no alumno de su defendido. Ni en que la actitud de su ex-profesor le parezca más o menos radical. No me gusta que la plataforma de una presentación pública de un círculo de Podemos sirva para hacer una enconada defensa de alguien, por el hecho de que ese alguien haya sido criticado y puesta en duda la conveniencia o el acierto de que forme parte de la lista de candidatos electorales.

Pablo Iglesias dice que quienes no tienen sitio en Podemos son quienes se ponen a juzgar a Verstrynge en los términos en los que le han juzgado. Habla, incluso, del papel cuasi pontifical de quienes eso han hecho, y del rechazo que en él genera esa actitud papal. Pero no cae en la cuenta de que su actitud es la más parecida a la de un padre espiritual de una congregación, a una parte de la cual hay que reconducir, o cuanto menos amonestar, por apartarse... ¿de qué? ¿De la opinión personal y de las filias de Pablo Iglesias? Porque en Podemos no hay nada que prohíba a Verstrynge postularse como candidato de la formación para unas elecciones, pero tampoco hay nada que impida a miembros de Podemos expresar su descontento e incluso su rechazo hacia una determinada candidatura. Y además, apañados vamos si la idoneidad de alguien como candidato viene dada por lo radical de la frase lanzada a un director de informativos de televisión en una protesta.

La actitud de Pablo Iglesias genera en mí una duda muy seria respecto al papel que él se otorga en esto de Podemos. Convendría que Pablo (que me disculpe la familiaridad) y cualquier otro se impusiera a sí mismo los límites propios de quien predica la política sin élites, la política desde abajo sin líderes de voluntad omnipotente. Los liderazgos deben ganarse, en mi opinión, por mucho más que haber tenido una idea brillante o por participar en tertulias. Seguro que él tiene más méritos que esos, pero no creo que los suficientes como para pretender imponer candidatos. Y a eso es a lo que me suena, y mucho, la intervención de Iglesias.

De ahí lo de los pelos de punta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No puedo estar mas de acuerdo, suscribo todo el articulo.
Anónimo ha dicho que…
¿Criticar el exceso de importación descontrolada de mano de obra extranjera para satisfacer intereses privados y de los empresdarios de diversos sectores, inmigración, que se a DEMOSTRADO que colapsa servicios sociales y ejerce un brutal dumping laboral sobre los trabajadores autóctonos, es "xenofobia" y "racismo"?

No me extraña que en Francia la extrema izquierda, el partido comunista, haya desparecido o caído en la más absoluta margionalidad, literalmente, sólo los votan los inmigrantes nacionalizados y dependientes de subsidios.

La gente jóven y trabajadora en Francia, vota a Marine Le Pen.

No hay peor ciego, que el que no quiere ver.
Antonio Flórez ha dicho que…
La gente joven y trabajadora FASCISTA, vota a Marine Le Pen, estúpido anónimo. Lo que le faltaba por decir era lo importante.