Requiem por Reverendo

Ni era yo amigo suyo, ni un gran seguidor de su música, ni nada por el estilo. Reverendo (nunca oí, hasta hoy, que ha muerto, usar el sustantivo "maestro" antepuesto a su apodo) era callado, muy callado, como dice la necrológica que publica Europa Press y que con algunos cortes o alteraciones han publicado otros medios. Tan callado que era casi invisible. Tanto es así que la propia necrológica de Europa Press no va acompañada de una foto, y El País, al publicarla, ha tenido que recurrir a una pésima imagen robada a una pantalla de televisión. Tan sólo los años que estuvo en 'Caiga quien caiga' le dieron a su cara una dimensión pública que -tiene razón la nota de la agencia de prensa- probablemente él no deseaba.

Sin embargo, me he sorprendido no pocas veces pensando en Reverendo. Precisamente porque tenía ese halo enigmático de quien, siendo bastante importante en su ámbito profesional, actuaba de manera no sólo despreocupada en lo que a fomentar su fama se refería, sino bastante cuidadosa respecto a lo contrario. Además, no era una persona obsesionada con el dorado de píldoras con vistas a conseguir el favor de turno. Y eso, en este país -probablemente también en muchos otros-, se ha convertido en en un fenómeno tan extraño que resulta misterioso dar con él.

Nada dice la nota acerca de la causa de su muerte (una práctica que invariablemente y por desgracia, lleva a las peores conjeturas). Espero que haya sido inodora, incolora e indolora, si bien dos de estos tres adjetivos conjuran demasiado la presencia del agua, líquido que Reverendo, por lo que yo le conocí cuando le conocí,  no tenía entre sus más admirados precisamente.

Descanse en paz él y añadan los neoliberales una nueva muesca en el cinturón de su pistolera, pues ya queda uno menos en el mundo a quien nada podían convencer los cantos de sirena de estos modernos leviathanes de la sociedad.