Los límites de la revolución por Internet

Sólo las personas extremadamente ingenuas (tanto, que su ingenuidad roza el delito político) pueden seguir creyendo que Internet es la herramienta definitiva de contrapoder. Cualquier herramienta controlable por los estados, se convierte automáticamente en no-controlable por los individuos. Si Mubarak puede hacer unas llamadas telefónicas y conseguir que todos los proveedores egicipcios de Internet desconecten la red de todo el país, entonces es que los internautas egipcios no tienen control sobre la red, porque el control, en última y decisiva instancia, no reside en la capacidad de orientar o limitar los comentarios que se hacen en ella (aunque eso es lo que un gobierno desearía poder hacer, en primera instancia), sino en algo tan simple como "cortar el cable" (o desconfigurar los nodos, que para el caso, es lo mismo).

Sirva esto de lección para cuantos creen o creemos (muchas veces también yo me he hecho ilusiones) que se puede cambiar el mundo por Internet. Y créanme, en el país más supuestamente democrático de cuantos conocemos hoy en día habrá una reacción exactamente igual a la de Mubarak en cuanto quienes ostentan el gobierno lo considerern necesario para cumplir sus objetivos. Objetivos que serán opuestos a los de los ciudadanos que luchen por recuperar u obtener por primera vez, una verdadera democracia.

Me abstengo de llegar a conclusiones, por más obvias que me resulten, acerca de qué será imprescindible para lograr esos objetivos. Que cada cual dé al asunto las vueltas que necesite...

Comentarios

Carlos ha dicho que…
Eso depende del "nivel que te pongas como objetivo" está claro que internet no va a cambiar el mundo, lo que si que sirve es para agitar conciencias, para eso si que es una herramienta excelente
Antonio Flórez ha dicho que…
Efectivamente, don Carlos. Lo que yo barrunto es que, por más que en teoría veamos los límites del invento, en la práctica su propia ubicuidad nos pueda estar llevando a la sensación de que podemos hacer todo mediante Internet. Y no.

Un saudo.