De bacterias y ponzoñas relativistas
La vida puede existir en la Tierra, y de hecho existe, sin fósforo. He de empezar por decir que no tenía yo ni pajolera idea de que el fósforo fuese uno de los elementos clave para dar por posible la vida; mucho menos aún, que fuese considerado clave para que la hubiese en cualquier otro planeta. Pero puestos ya a familiarizarnos con el fósforo como un colega de esos sin los que no se puede vivir, me parece indignante que le hayan sustituido por otro elemento, y más si se tiene en cuenta la pésima fama del sustituto, nada menos que el arsénico.
Son cosas que pasan en Estados Unidos. Aquí, en España, la bacteria esa que se nutre de arsénico y no de fósforo, habría tenido que dar bastantes explicaciones al respecto. Nada más conocer su existencia, es casi seguro que las mentes políticamente correctas y bienpensantes hubiesen exigido inmediatamente que condenase el consumo de elemento tan venenoso y, obviamente, terrorista (o del entorno de ETA). Habría dado igual que la bacteria hubiese intentado explicar cachazudamente que ella y su estirpe llevaban milenios alimentándose con esa dieta y que ahí estaba, tan pancha. ¿No hay condena? Pues se la ilegaliza.
En Estados Unidos, donde son tan liberales o incluso más que la Lideresa, han aplicado el laissez faire y han preferido reajustar las nociones elementales con que se jugaba hasta el momento, para pasar a admitir inmediatamente que si en la Tierra hay una forma de vida que no usa el fósforo para vivir, también puede haber otras formas de vida en otros planetas, que tampoco usen ese elemento. Quién sabe si de aquí a poco deciden catalogar también como no imprescindibles el oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno y azufre, que junto con el fósforo eran considerados los "top seis" del negocio éste de la vida.
Más allá de las amables bromas, me interesa destacar cómo de un plumazo ha quedado cancelada una de las bases consideradas inamovibles de la ciencia. Si algo defendido hasta ayer a rajatabla por cualquier biólogo o físico, es descartado hoy como premisa sólida, qué no podrá ocurrir con los miles de principios inamovibles, algunos considerados tan inquebrantables como los del Movimiento. Los universitarios que miraban por encima del hombro a los escritores de ciencia ficción cuando éstos incluían en sus novelas unos seres que se nutrían de la luz de las estrellas (pongamos por caso), se tentarán a partir de ahora los bolsillos antes de tachar cruelmente de ignorante la trama argumental del libro.
Tirando un poco más del hilo, quizás nos acostumbremos, de aquí a poco tiempo, a ver a los políticos pofesionales no como a seres que por naturaleza saben qué es lo mejor para la sociedad, sino como personas con sus debilidades, que en muchos casos están en política para medrar, ellos o sus allegados. Y veremos a los economistas oficiales como lo que también son: universitarios que aprendieron ciertas reglas y que luego depuraron la técnica de cómo manipularlas para que sus teorías se mantengan pese a quien pese, incluida la bacteria de nuestra historia.
¡Ah, el relativismo, esa ponzoñosa sustancia que tan bien ha identificado el Santo Padre y que tanto daño está haciendo a la fe! Pues con este hallazgo... si no querías caldo, toma dos tazas.
Son cosas que pasan en Estados Unidos. Aquí, en España, la bacteria esa que se nutre de arsénico y no de fósforo, habría tenido que dar bastantes explicaciones al respecto. Nada más conocer su existencia, es casi seguro que las mentes políticamente correctas y bienpensantes hubiesen exigido inmediatamente que condenase el consumo de elemento tan venenoso y, obviamente, terrorista (o del entorno de ETA). Habría dado igual que la bacteria hubiese intentado explicar cachazudamente que ella y su estirpe llevaban milenios alimentándose con esa dieta y que ahí estaba, tan pancha. ¿No hay condena? Pues se la ilegaliza.
En Estados Unidos, donde son tan liberales o incluso más que la Lideresa, han aplicado el laissez faire y han preferido reajustar las nociones elementales con que se jugaba hasta el momento, para pasar a admitir inmediatamente que si en la Tierra hay una forma de vida que no usa el fósforo para vivir, también puede haber otras formas de vida en otros planetas, que tampoco usen ese elemento. Quién sabe si de aquí a poco deciden catalogar también como no imprescindibles el oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno y azufre, que junto con el fósforo eran considerados los "top seis" del negocio éste de la vida.
Más allá de las amables bromas, me interesa destacar cómo de un plumazo ha quedado cancelada una de las bases consideradas inamovibles de la ciencia. Si algo defendido hasta ayer a rajatabla por cualquier biólogo o físico, es descartado hoy como premisa sólida, qué no podrá ocurrir con los miles de principios inamovibles, algunos considerados tan inquebrantables como los del Movimiento. Los universitarios que miraban por encima del hombro a los escritores de ciencia ficción cuando éstos incluían en sus novelas unos seres que se nutrían de la luz de las estrellas (pongamos por caso), se tentarán a partir de ahora los bolsillos antes de tachar cruelmente de ignorante la trama argumental del libro.
Tirando un poco más del hilo, quizás nos acostumbremos, de aquí a poco tiempo, a ver a los políticos pofesionales no como a seres que por naturaleza saben qué es lo mejor para la sociedad, sino como personas con sus debilidades, que en muchos casos están en política para medrar, ellos o sus allegados. Y veremos a los economistas oficiales como lo que también son: universitarios que aprendieron ciertas reglas y que luego depuraron la técnica de cómo manipularlas para que sus teorías se mantengan pese a quien pese, incluida la bacteria de nuestra historia.
¡Ah, el relativismo, esa ponzoñosa sustancia que tan bien ha identificado el Santo Padre y que tanto daño está haciendo a la fe! Pues con este hallazgo... si no querías caldo, toma dos tazas.
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