Prioridades

No me he muerto, pero la vida es asín, despiadada con los pobrecitos padres separados. Si a eso añado una operación de cadera de mi socio (a quien, a pesar de serlo, deseo lo mejor del mundo) y distintos programas de participación en los que no puedo participar por falta de tiempo, pero a los que aplaudo con sincero entusiasmo, y le sumo unos malhadados accidentes deportivos que han estado a punto de dar al traste con parte de mi ya de por sí maltrecha dentadura, el resultado es que no escribo nada desde hace una barbaridad.

La actualidad es tan rabiosa (¡¡menuda gilipollez!!) que en quince días de no escribir se acumulan temas importantísimos en el cajón de los auntos antiguos, viejos, polvorientos... Quise escribir sobre la autoridad de los maestros perdida y hallada en el templo y sobre la solución que a la falta de respeto generacional pretende aplicar nuestro inefable Defensor del Pueblo (a base de llamarse de usted los maestros y los alumnos entre sí, ¿recuerdan?). Quise hacerlo sobre los jueces y sobre los Gürtels, sobre los Rajoy y sobre los impuestos. Quise interesarme por la salud de nuestra momificada vicepresidenta y pretendí dejar alguna perla sobre el futuro econóimico de este país.

Quise hacer todo esto, pero me retuvieron un hijo y un trabajo. ¿Ustedes lo entienden?

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