Sobre movimientos y partidos

Escribe Montserrat Galcerán en el periódico Diagonal un escrito que parte de una posición tremendamente desusada hoy en día, y precisamente por ello digna de agradecer: la declaración de amistad previa a la crítica o, como mínimo, a la expresión de reservas ante la petición pública de Izquierda Anticapitalista (IA, heredera, para quienes no lo conozcan, de Izquierda Alternativa y Espacio Alternativo, que a su vez muchos consideraban organizaciones herederas de la Liga Comunista Revolucionaria) recabando el apoyo para presentar candidatura y el voto a la misma en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Se trata, pues, de un escrito de alguien que dice sentirse bastante próxima a algunos de los planteamientos de Izquierda Anticapitalista, si bien advierte que no de otros. Yo, que después de leer el manifiesto de IA considero que el mismo es muy loable, pero un tanto innecesariamente excesivo en la retórica (cosa que cada vez me parece más importante, porque en el encuentro o el desencuentro previos radica buena parte de las posibilidades posteriores de entendimiento), tras leer las dudas y reservas expresadas por Galcerán me vienen a la cabeza antiguos debates (tan antiguos como Mayo del 68, o incluso como 1932 en Alemania) que, evidentemente, no están saldados.

Y no creo que lo estén nunca. De 1977 a 1996 milité en la LCR y en Izquierda Alternativa, así como en distintos movimientos sociales, desde el vecinal al de solidaridad pasando por el anti-OTAN e incluso el sindical. Dentro de esos movimientos participé en grupos y organizaciones de caracteres bastante dispares en cuanto a su orientación política, desde los más templados y reformistas que solían encontrarse en buena parte del movimiento ciudadano o el sindical (varias asociaciones de vecinos, USO, UGT...), hasta los más radicales que se dieron cita en torno al movimiento contra la entrada de España en la OTAN (Comisión AntiOTAN de Madrid). En todos los casos, he de decirlo con claridad y sin ningún tipo de arrepentimiento, participé con objetivos propios del partido en el que militaba, sin por ello ir en contra de los objetivos autónomos del movimiento. No encontré serias contradicciones nunca entre una cosa y otra, porque la tendencia general en aquel partido fue considerar el trabajo en los movimientos como una forma de fortalecer a éstos (y a fe mía que los fortalecimos, por más que en algunas ocasiones pudiéramos ser también la fuente de problemas) y, al mismo tiempo, dar a conocer en ellos preocupaciones de índole política general que no estaban presentes en la mayoría de las personas que actuaban allí, procurando exponer nuestros puntos de vista y propuestas de acción en torno a esas cuestiones.

Hacia el final de los años 80, la mayoría de esos movimientos que había conocido y en los que había militado se encontraban en franca retirada, por no decir en situación de cierre por liquidación. El movimiento anti-OTAN había sido derrotado y lo que quedó después del referéndum de 1986 fueron restos que se fueron diluyendo, reconvirtiendo o desapareciendo. El movimiento de solidaridad perduró algo más, pero no mucho, viéndose sustituido poco a poco por las entonces nacientes ONGs, que terminaron copando el espectro organizativo en ese terreno. El movimiento ecologista aguantó en mejores condiciones, si bien a costa de encerrarse con un solo juguete y casi renunciar a cualquier acción que se saliese de su estricto margen propio (siempre hay excepciones, no hace falta decirlo). El movimiento feminista, una isla siempre respecto al resto de movimientos, fue perdiendo una muy saludable capacidad que había tenido de transversalizarse, y fue dejando ese aspecto en manos de instancias institucionales. El movimiento ciudadano simplemente desapareció en la práctica. Sólo permaneció el movimiento sindical, pero tan degenerado que para nada creo que se le pueda llamar movimiento, mucho menos social y casi diría que, mayoritariamente hablando, ni siquiera de izquierda.

Sin embargo, mientras duraron, creo que de todos ellos se pudo decir que, en mayor o menor medida, cumplían dos requisitos para ser llamados con propiedad movimientos sociales. En primer lugar, aglutinaban a una cantidad significativa de gente, me atrevería con gran riesgo de incurrir en el absurdo a dar una cifra muy aproximativa: digamos entre 200.000 y 300.000 personas en toda España y entre todos los movimientos mencionados, sin tener en cuenta el sindical, y quizás 400.000 si tenemos en cuenta a aquellos miembros de este último que hicieran algo más que estar afiliados a un sindicato y solicitar alguna vez los servicios de uno de sus abogados. En segundo lugar, tenían unos objetivos y unas motivaciones que afectaban al aspecto social del ser humano: la vida en común en entornos urbanos o rurales y su problemática, cómo abordarla; la relación con seres de otros lugares, sus problemas, cómo identificarlos y cómo ayudarles; la preocupación por el militarismo galopante, por la terrible amenaza de destrucción planetaria que llegó a suponer la Guerra Fría y sus secuelas; la preocupación por el deterioro del ecosistema terrestre y la necesidad de frenarlo y recuperar un sistema de vida sostenible a largo plazo; la aspiración a terminar con una opresión de género presente en casi toda sociedad humana desde tiempos inmemoriales.

Aglutinaban mucha gente poco politizada, lo cual era malo en un sentido, pero bueno en otro: les permitía resultar atractivos para mayor cantidad de gente, que no sentía tantos recelos en acercarse. El resultado era que conseguían estructurar a una mayor parte de la sociedad. Por eso tenía sentido trabajar políticamente en ellos.

En cambio, los movimientos surgidos tras la década de los 90 (casi absolutamente vacía) no tienen nada que ver con los anteriores. Son movimientos que se construyen desde planteamientos políticos más definidos, no desde la simple procupación por cuestiones sociales. Imposible plantearse esos movimientos como polo de atracción para miles de personas. Ni siquiera consiguen concitar la solidaridad con sus objetivos por parte de sectores significativos de la soeidad, debido al uso extemporáneo de la violencia, aunque sea por parte de un subsector.

Pero algo es común a unos movimientos y a otros: la falta de democracia en ellos. O si no, ¿a qué le llamamos democracia? Galcerán da alguna pista: los zapatistas, mandar obedeciendo... Se pide que se escuche, pero ¿a quién? ¿De verdad conoce Galcerán algún movimiento en que no sean casi siempre los mismos los que hablan, los que conducen las reuniones, los que proponen el orden del día, los que toman nota de las conclusiones y acuerdos, los que reparten las actas y cobran las cuotas?

Y si, haciendo un esfuerzo sobrehumano de atención y dedicación, se ha consiguido en algún caso evitar ese monopolio de la información y la organización por parte de un corto número de personas y se universaliza la participación a todos los niveles... ¿de verdad se ha logrado una mínima eficacia que justifique el esfuerzo dedicado por todos? Los zapatistas han introducido una cultura de participación distinta en buena parte de la sociedad mexicana, pero dejando a un lado eso (que no es poco, hay que reconocerlo) ¿qué han conseguido en concreto de toda la lista de objetivos que hayan podido ir desarrollando en estos quince años? ¿No es cierto que cada vez se han tenido que ir planteando más la imbricación en un tinglado político más tradicional, como ha podido ser un partido como el PRD, y en un entorno totalmente tradicional, como unas elecciones generales?

En la última época de mi militancia social y política estuve participando en el movimiento de solidaridad con los zapatistas. En su seno se produjo bastante pronto una diferencia cada vez más insalvable entre la parte de ese movimiento que partía de presupuestos verbalmente muy radicales, y el resto. La gente adscrita al primer sector se identificaba a sí misma como perteneciente al llamado movimiento autónomo, mientras que la otra tenía una más difícil y difusa adscripción, aunque en ella estábamos gente militante de partidos considerados más tradicionales (como la mencionada Izquierda Alternativa). Recuerdo perfectamente que en Madrid, ámbito en el que yo siempre he actuado, la Plataforma de Solidaridad con Chiapas actuó de manera muy unitaria y sin problemas internos hasta un par de años después de inciarse la rebelión zapatista. A partir de ahí comenzó a formarse dentro de ella un polo cada vez más identificado con ese sector llamémosle autónomo, que comenzó a plantear no ya un debate, sino una paralización en la práctica de la Plataforma. Recuerdo perfectamente haber advertido a una buena amiga de entonces y (espero) de después, poco antes de retirarme de la Plataforma, que esa misma gente a la que ella consideraba en un primer momento como guiada solamente por el afán de acabar con una supuesta manipulación partidista del tinglado, iba a acabar manipulando mucho más abierta y profundamente la misma organización a la que se supone que querían salvar de las garras del monstruo. No creo que llegase a pasar un año cuando me dio la razón expresa y totalmente al respecto.

Y quien crea que tengo un recuerdo parcial y sectario de las “culpas” de cada cual, aquí viene este otro recuerdo: unos meses antes de la fecha fijada para la celebración del referéndum sobre la OTAN, la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP) se reunió en Barcelona en una de sus citas anuales para coordinar y debatir las propuestas y el trabajo. El sistema de funcionamiento que desde hacía mucho tiempo existía en esa coordinadora se basaba en la máxima de que todos podían hacer propuestas y cada cual se apuntaba a las que le parecían mejores. No había disciplina en el sentido de que todos tuvieran que hacer lo que la mayoría había decidido, sino que cada cual se obligaba sólo a aquello por lo que había votado. Pues bien, en aquella ocasión aparecieron en la reunión diferentes personas, en número más alto de lo habitual, que decían representar a Asociaciones Anti-Imperialistas de diferentes partes del Estado español. Estas asociaciones eran un montaje del aún existente PCE m-l, levantadas casi exclusivamente sobre el esfuerzo de militantes de ese partido, que componían probablemente el 80% de cada asociación. Su táctica fue acudir a la coordinadora con la mayor cantidad posible de asociaciones para intentar forzar la aprobación de alguna propuesta suya (que ahora mismo no recuerdo) y que apareciese como votada mayoritariamente por la CEOP. Se les hizo una advertencia en el sentido de que todos nos habíamos dado cuenta de su estratagema y que no tenía sentido forzar una votación que a nada iba a conducir. Ellos insistieron y forzaron la votación, que finalmente se realizó, consiguiendo su propuesta un número considerable de votos. Sin embargo, entre esos votos no estaban los de las organizaciones que realmente tenían más peso y fuerza para llevar adelante propuestas de todo tipo. El resultado fue que una votación probablemente ganada en condiciones democráticas, era desprovista de contenido por el hecho de que lo que se había votado no había casi nadie dispuesto a llevarlo a cabo. No sé si la Comisión AntiOTAN y otras organizaciones de parecida orientación política deberían haberse autoimpuesto el deber de cumplir con la propuesta votada mayoritariamente, pero entonces me hice plenamente consciente de la enorme cantidad de matices que se le pueden poner a eso de la democracia en los movimientos.

También he de reconocer que en esos mismos movimientos hacía tiempo que imperaba una considerable cultura anti-partido (sin llegar a vetar a éstos) que huía de estructuras organizativas a semejanza de las que por entonces se conocían como propias de aquellos. Así, las organizaciones de movimientos más “modernas” buscaban afanosamente la eliminación de representantes oficiales y comités permanentes de funcionamiento regular compuestos por personas votadas para estar en ellos. Se huía de esto, decían todos, porque eso implicaba la creación de una burocracia que secuestraría la democracia participativa dentro de la organización. Pero no habían pasado dos meses desde la creación de esas organizaciones cuando ya podían identificarse claramente aquellos que eran los representantes y dirigentes principales de la organización, tanto en el funcionamiento interno (reuniones, debates, etc.) como en el externo. Si esas personas hubieran sido votadas expresamente en un acto formal para ostentar una determinada responsabilidad, cumpliendo con unas determinadas condiciones y persiguiendo unos determinados objetivos, se habría podido plantear su revocamiento por el desacuerdo mayoritario con su actuación. Pero como no habían sido votadas por nadie, no había ningún “cargo” del que quitarlas. Muy democrática la apariencia, pero en realidad yo diría que menos democrático el funcionamiento que en un sistema en que haya responsabilidades identificables e identificadas.

Invirtamos el sentido de las reservas que Montserrat Galcerán plantea ante la petición de IA de que se avale su candidatura a las elecciones al Parlamento Europeo y, en segunda instancia, que se vote a ésta. Imaginemos que los movimientos sociales (primer problema: identificarlos) crean un manifiesto pidiendo apoyo para su propuesta de cómo, cuándo, dónde y en qué dirección hacer política, y, entre otros, la dirigen a Izquierda Anticapitalista. ¿Podría IA reproducir las mismas críticas implícitas y exponer las mismas reservas respecto a las limitaciones democráticas, de participación y de eficacia de los movimientos, que Galcerán plantea respecto a las intenciones de la organización partidaria? Si creen que la respuesta es no, tiene sentido que sean los movimientos sociales quienes sigan pidiendo cuentas y poniendo condiciones a los partidos; si la respuesta es sí, todas aquellas personas que hayan venido alimentando la esperanza de haber encontrado una panacea democrática y participativa para el mal del partidismo, deberá poner sobre la mesa su esperanza y comenzar a afilar el bisturí para diseccionarla y buscar en su interior dónde está el fallo.

CORRECCIÓN MENOR:
Había puesto, por error, 1993 como fecha final de mi militancia política. La fecha correcta es 1996, que es la que ahora queda puesta.

Comentarios

Javi ha dicho que…
Buena reflexión compañero.

La verdad es que la relación entre partidos (o más bien entre "gente con partido") y movimientos sociales es complicada. Por mi edad sólo he participado de verdad en un par de movimientos sociales: el estudiantil y el antifascista.

Ambos tienen los mismos problemas en lo organizativo: si creas una estructura orgánica se molestan quienes todo les parece "autoritarismo" y no ven otra cosa que "desembarcos" de la gente con partido; si no la creas no lo haces funcional y se crea un "espontaneísmo" difícil de gestionar (como tú señalas, a ver cómo se revoca a un portavoz que nadie ha elegido...)

También está el problema de quienes quieren convertir el movimiento en un quasi-partido, abarcando más que lo que son sus finalidades propias, y poniéndolo al servicio de sus intereses de grupo. Lo cual acaba al medio plazo reventando el movimiento.

Ahora está funcionando bien el estudiantil por la reacción contra el Plan Bolonia, pero no hay visos de poder cristalizar esto en estructuras permanentes por los problemas que se señalan anteriormente: se quiere molestar a la menor gente posible y no se crean estructuras orgánicas...lo cual tiene sus cosas buenas, pero lo hace menos eficiente e imposibilita una coordinación real a niveles grandes.

Pero vaya, que el mayor problema de los movimientos sociales creo que es que realmente...hay poco movimiento.

Recibe un cordial saludo.
SPOOK ha dicho que…
Larga reflexión y apoyada por una amplia experiencia.
El más elemental tratado de organizaciones enseña que la eficacia para alcanzar los objetivos necesita un director, jefe, líder, que dirija el trabajo de todos y cada uno fijando las prioridades en cada momento.
La verdad no es democrática y la eficacia tampoco.
Pero la democracia es necesaria para hacer posible la armonía social.
NO, no espere que los movimientos sociales sean los instrumentos apropiados para alcanzar el poder. Su labor es otra, su finalidad es despertar inquietudes, debatir alternativas, publicitar asuntos concretos, mostrar que se puede disentir, evidenciar las carencias del estamento político, exigir, exigir, exigir que los poderes públicos den soluciones concretas a problemas concretos.
NO, los movimientos sociales no tienen (ni deben tener) recetas, su trabajo es exigir respuestas a los interrogantes, los que usted plantea y a otros muchos. Pueden ser/son vivero de líderes políticos pero sobre todo son escuela de ciudadanos.
En cuanto a la queja de Javi, en mi opinión no hay pocos movimientos. Quizá hay menos movimientos con objetivos políticos (la libertad política ya está conseguida), pero hay muchas asociaciones con intereses diversos y singulares pero todos ellos de interés para el desarrollo de la sociedad.

Poco ha tardado en conocer a M. Galcerán.
Javi ha dicho que…
Sí, asociaciones hay muchas, sólo hay que ver el Registro. Pero con "movimiento" me refería (creo que el compañero autor de la entrada también) a aquellas asociaciones que además "se mueven" (en el sentido reivindicativo).

Por ejemplo la Asociación de Festejos de mi pueblo no la consideraría un "movimiento social", pese a que realiza una gran labor al organizar las fiestas de mi pueblo y qué duda cabe de que tiene peso político en lo que a sus asuntos se refiere.
Amei ha dicho que…
Muy interesante

Esta entrada me la guardo y me la estudio.
AF ha dicho que…
Sí, más bien tengo una percepción de lo que es un movimiento social que va por donde dice don Javi.

Un saludo.
SPOOK ha dicho que…
“alomojó” es que reducen la vida social a la lucha por el poder.
En mi opinión el hombre tiene otros intereses además del poder, no me refiero sólo a intereses privados, hay interesantes y gratificantes actividades colectivas que el hombre desea/necesita desarrollar y que como tales actividades sociales inciden en la esfera de los poderes públicos pero no es necesario ocupar el poder para desarrollarlas es suficiente exigir a los políticos el apoyo necesario.
Paco Piniella ha dicho que…
Antonio yo con los de IA me siento a tomar una cerveza y estoy muy agusto, pero pienso si merece la pena dividir aún más la izquierda. Yo les he firmado el apoyo a la candidatura, porque creo que independientemente de todo tienen que haber opciones y que ya somos todos muy mayorcitos para eso del voto útil. Y es que son de don Leon Davídovich, y a uno eso le tira aunque este vendido al PSOE, jajaja...
Salud.
Libre ha dicho que…
No entiendo nada.
AF ha dicho que…
Persevere, don Arnold, siga perseverando. Al final se hará la luz.

Un saludo.
SPOOK ha dicho que…
¿En su opinión es Vidal-Beneyto científico social respetable ? ¿le parece que sus ideas son dignas de consideración??
Le copio un párrafo de su artículo en El Pais de hoy 10 de abril:
”… frente a la incuria de nuestros líderes y gestores, frente a la ineptitud de un poder en todas sus versiones -personal político, clase dominante, estructuras gubernativas- incompetente e incapaz, que sólo sabe recurrir a ritos y ceremonias y que pervive a golpe de anuncios incumplidos -después del último G-20 vendrán otros y otros-, sólo tenemos un recurso: la extraordinaria pujanza de los movimientos sociales, de los colectivos sociales de base. En todos los países, a todos los niveles, surgen y persisten como reacción a situaciones de opresión y de expoliación insoportables, como soportes y acompañantes de iniciativas que apuntan a la transformación de la sociedad.

un saludo