Evitar la alarma social

Ya sé que tiene más de setenta años. Como los tenía, cuando fue juzgado las últimas veces, el decrépito Augusto Pinochet. Pero es que cuando tenía que haber entrado en la cárcel, hace treinta y tres años, no sólo no lo hizo, sino que se convirtió en un gigante de la represión, él, que tan poquita cosa había sido siempre.

Y no se trata de usar la cárcel como medio de reinserción, porque Jorge Rafael Videla no tiene reinserción posible. Lo que hizo lo hizo en pleno uso de sus facultades, con alevosía y premeditación, muchas veces con nocturnidad y con escalo, con tortura y con muerte. Tras su luctuosa dictadura no se arrepintió, no recapacitó, sino que, al igual que su socio chileno, procuró por todos los medios beneficiarse económicamente, sin necesitarlo siquiera, de la barbarie creada y alimentada por él (y por otros), y lo consiguió.

No se trata, pues, de reinsertar a un ser al que escasamente puede calificarse de humano. Se trata, digámoslo claramente, de hacerle pagar, de vengarse de él. Suena raro, pero ya está dicho: vengarse. No es una venganza personal, porque si así fuera, tendría que vivir treinta mil años para pagar su deuda con cerca de treinta mil personas y sus familiares, y aun así le saldría muy barata, a sólo un año de cárcel, aproximadamente, por cada asesinado. Se trata de una venganza social, el tipo de venganza que los juristas recogen bajo el piadoso concepto de "evitar la alarma social". Con este individuo fuera de la cárcel, aunque sea en prisión domiciliaria, la sociedad se alarma. Con él en la cárcel, la alarma desciende.

Curioso término, éste de "alarma". Qué fácilmente se descompone en la contracción de preposición y artículo, por un lado, y en el sustantivo, por otro.

Comentarios

Maripuchi ha dicho que…
¿Te imaginas que en España fueran, siquiera, a juicio algunos innombrables? Yo no.
Por lo menos este ser ha sido juzgado...
Freia ha dicho que…
Yo no creo que sea una cuestión de venganza, sino simplemente y llanamente de justicia.
Unknown ha dicho que…
He estado hoy a punto de escribir algo sobre este asesino, pero al final me han podido otros quehaceres. De manera que me alegro infinitamente de que haya tenido usted el acierto de reflejar en unas líneas lo que tantos sentimos. Que cunda el ejemplo, que aún hay muchos carniceros sueltos.