Las temibles espantás de Manolo Fraga
Hace tanto que forma parte de nuestro paisaje político, que ya le da a uno el cuero para llamarle así, con esa versión confianzuda de su nombre. Manolo Fraga nació para mandar, como casi todo el mundo, y una posición familiar privilegiada para su época le dio las riendas necesarias para conducir su caballo con seguridad por los procelosos bosques del franquismo. Se acostumbró a imponer su santa voluntad y le fue creciendo la soberbia al ritmo de gaitas y tambores hasta que llegó al ministerio de Interior. Una huelga de las de entonces topó con él como si hubiera topado con el Peñón de Gibraltar.
Duro como español legendario, Fraga asumió su leyenda y ordenó sofocar la protesta a como diese lugar, asesinatos incluidos. La policía de entonces, poco dada a matices y componendas, entendió correctamente las órdenes dadas y masacró al nutrido grupo de manifestantes que de ella huía y que se había refugiado en una iglesia de Vitoria. Quien ya había denotado su facilidad para el histrionismo con aquel baño recatado en las aguas de Palomares para reirse del peligro de radiación de una bomba descuidada por los norteamericanos, se convirtió, con el asalto a la iglesia vitoriana, en el prohombre del sector autoritario, pero políticamente avanzado del franquismo.
Porque no hay que confundir las cosas. Fraga es, así en frio, un político de los pies a la cabeza. No será él quien se deje llevar por la nostalgia ideológica (por más que, sin duda, la tenga), sino que planteará las cosas como haya que plantearlas y cuando haya que hacerlo, le duela a quien le duela. La diferencia entre antes y ahora es que en otra época siempre era escuchado y ahora, no tanto.
Ayer dijo este hombre algo que cae por su propio peso y que políticos mucho más preocupados por los cargos y la pasta que conllevan, no podrían haber tenido los redaños para decir: "La sociedad ha cambiado muchísimo desde la Transición. La relación entre la sociedad civil y la Iglesia ya no es la misma y tampoco las relaciones familiares. Deberíamos crear un grupo de trabajo, al margen del congreso, para estudiar estos cambios". Algo muy normal en cualquier sitio excepto en el PP, partido en que suena a anatema tan sólo con mencionarlo, sobre todo si se dice en el contexto de la pólémica tras una derrota electoral.
Con todo, a uno le queda la intranquilidad de saber en qué sentido quiere Fraga que el PP se replantee la política relativa a la Iglesia y a la familia. ¿Se trata de distanciarse de la caverna católica, o de aproximarse más a ella? Se trata de aflojar el nudo con que se ata a los sectores más reaccionarios del PP, o de pactar más aún con ellos?
¡Qué cosas tiene este Manolín...!
Duro como español legendario, Fraga asumió su leyenda y ordenó sofocar la protesta a como diese lugar, asesinatos incluidos. La policía de entonces, poco dada a matices y componendas, entendió correctamente las órdenes dadas y masacró al nutrido grupo de manifestantes que de ella huía y que se había refugiado en una iglesia de Vitoria. Quien ya había denotado su facilidad para el histrionismo con aquel baño recatado en las aguas de Palomares para reirse del peligro de radiación de una bomba descuidada por los norteamericanos, se convirtió, con el asalto a la iglesia vitoriana, en el prohombre del sector autoritario, pero políticamente avanzado del franquismo.
Porque no hay que confundir las cosas. Fraga es, así en frio, un político de los pies a la cabeza. No será él quien se deje llevar por la nostalgia ideológica (por más que, sin duda, la tenga), sino que planteará las cosas como haya que plantearlas y cuando haya que hacerlo, le duela a quien le duela. La diferencia entre antes y ahora es que en otra época siempre era escuchado y ahora, no tanto.
Ayer dijo este hombre algo que cae por su propio peso y que políticos mucho más preocupados por los cargos y la pasta que conllevan, no podrían haber tenido los redaños para decir: "La sociedad ha cambiado muchísimo desde la Transición. La relación entre la sociedad civil y la Iglesia ya no es la misma y tampoco las relaciones familiares. Deberíamos crear un grupo de trabajo, al margen del congreso, para estudiar estos cambios". Algo muy normal en cualquier sitio excepto en el PP, partido en que suena a anatema tan sólo con mencionarlo, sobre todo si se dice en el contexto de la pólémica tras una derrota electoral.
Con todo, a uno le queda la intranquilidad de saber en qué sentido quiere Fraga que el PP se replantee la política relativa a la Iglesia y a la familia. ¿Se trata de distanciarse de la caverna católica, o de aproximarse más a ella? Se trata de aflojar el nudo con que se ata a los sectores más reaccionarios del PP, o de pactar más aún con ellos?
¡Qué cosas tiene este Manolín...!
Comentarios
D. Antonio, un magnífico post, pero se le ha olvidado mencionar los tiempos de Fraga como ministro co-partícipe de sentencias de muerte. Por lo demás bordao, oiga.
Salud y República
¿No será producto de la demancia senil?
Salud, República y Socialismo
Personalmente es un personaje que me da tanto asco, por mucho que sea un viejo zorro político... que no le tengo el menor aprecio y, mucho menos, respeto Pienso que probablemente no se resigna a sentirse cada vez más relegado y da toques de vez en cuando (experiencia política no le falta). Y si para conseguir los votos perdidos hay que hacerse pasar por moderno y laicista, pues se hace... Acuérdense de la época de embajador en Londres. Hubo quien se lo creyó.
¡que lo disfruten!