La libertad de expresión, por un embudo

Anda la iglesia católica revuelta por lo que denomina una persecución contra su libertad de expresión contra la homosexualidad, que avanza imparable. Tal y como suele hacerlo esta congregación mundial, empezando por su jerarquía y continuando por sus más humildes propagandistas, todos repiten machacona y eficazmente la misma canción: "se está desarrollando una dictadura de la educación pro-homosexual, que impide que expresemos nuestra opinión quienes no creemos que eso sea correcto".

Uno de esos propagandistas, que firma con el nombre de Padre John Flynn L.C. (sin que un servidor haya sido capaz de discernir qué significan las dos últimas letras, ni tampoco si el nombre se corresponde con una persona real) y parece ser canadiense, ha escrito recientemente una soflama en defensa de otro católico de la misma nacionalidad, un profesor de escuela de nombre Chris Kempling, quien desde comienzos de la década de los 90 lleva escribiendo cartas a periódicos locales y montando manifestaciones para oponerse a lo que denomina la promoción de la homosexualidad en la escuela.

Si son ustedes capaces de leer todas estas opiniones e informaciones en inglés (la mencionada soflama está traducida al castellano, no vayan a creer) se darán cuenta de que el discurso que guía a todas ellas es el mismo: las leyes en defensa de las grupos sociales, étnicos, de orientación sexual, etc. minoritarios que en los últimos años se han ido aprobando en diversos países democráticos, han pasado de usarse como tal defensa, a hacerlo como ariete contra las opiniones que sobre esos mismos grupos o sus conductas se dan en otros sectores de población.

Kempling se preocupa de comenzar su alegato con varios párrafos dedicados a ejemplificar su no beligerancia contra la homosexualidad. Para él, la persecución a que se ve sometido tiene que ver con su derecho a expresar una opinión y a hacerlo públicamente.

Yo estoy a favor de que pueda hacerlo y el problema que esto me provoca es doble.

Por un lado, constantemente compruebo cómo en los colegios religiosos se impide contradecir las enseñanzas de índole estrictamente religiosa que en ellos se dan a los alumnos. Cuando se les echa en cara tal conducta a los responsables educativos, la respuesta siempre es la misma: "esto es un colegio católico; si quieren otras enseñanzas, lleven a su hijo a otra escuela". Y claro, digo yo que no es mala idea dar de la misma medicina cuando el caso es al revés.

Por otro lado, una cosa es expresar públicamente las opiniones y otra muy diferente montar un cirio en una escuela pública porque en ella se imparte una educación que pone en pie de igualdad las diferentes opciones sexuales. Claro, para los católicos esto es una aberración, porque, sencillamente, las opciones sexuales distintas de la heterosexual, NO son igualmente aceptables. Así que se monta un numerito, o los que haga falta, y así hasta que se hace la vida imposible a quienes piensan diferente.

Lean aquí otra perla del padre John Flynn, en la que relata el tristísimo suceso acaecido a una pareja católica que quiso adoptar un niño en Gran Bretaña. Esta cristiana pareja, ministros ambos (él y ella, no piensen mal) de la Iglesia Cristiana de South Chard, se vio abocada a definirse sobre si, en la educación que dieran al hijo que pudieran tomar en adopción, tratarían la opción homosexual como igual a la heterosexual. Ellos se buscaron las vueltas para no decir que sí, aunque intentaron escabullirse dialécticamente como pudieron.

Esta crónica de nuestro bien amado Flynn lleva un título esclarecedor: "La dictadura de la intolerancia".

¡Vaya atajo de demagogos que están hechos...!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que gente que se supone que no tiene sexo (se supone) tenga que opinar sobre las conductas sexuales de los demás...
En fin...
J. G Centeno ha dicho que…
Por más que usted lo intente, de forma insidiosa, las siglas L.C. no significan Liga Comunista (partido creado en 1973 por la corriente d’comunie la LCR conocida como “En la encrucijada"). Si acaso puede significar Luterano Conspicuo o Licántropo carismático, sin que ello deba apartarnos de lo esencial del tema, que cae de lleno en lo que en otros tiempos se llamó Libertad de Cátedra, siendo los sujetos activos de este derecho los profesionales de la enseñanza, sea cual sea su nivel de docencia y sean o no miembros del profesorado público.
Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional español en una sentencia de 1981:
"El objeto de este derecho viene constituido por la libertad, por parte del docente, para poder transmitir, sin previa censura y sin ningún tipo de coacción, los criterios científicos, artísticos y culturales, que aquel considera cómo válidos desde una metodología determinada."
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En este sentido podría pensarse que en las escuelas católicas no concertadas, es decir no financiadas en ningún extremo por dinero público, puede enseñarse que los homosexuales son personas de comportamiento desviado, que su sexualidad no es natural y que el reconocimiento de sus pretendidos derechos menoscaba necesariamente los derechos de las uniones, por ellos llamadas, normales. Que no son otras que la de un hombre y una mujer con la finalidad de procrear, siendo las únicas con el derecho a ser llamadas matrimonios. Esta es la doctrina oficial, no sólo de la Iglesia Católica, sino de otras muchas iglesias cristianas o no, e incluso los comunistas deberíamos a hacernos una más que severa autocrítica, pues hasta hace no mucho oficialmente considerabamos a los homosexuales como elementos contrarrevolucionarios.
¿Ampara la libertad de cátedra estas enseñanzas? Tenemos que contestar que no, rotundamente no. Como tampoco se puede enseñar, que los negros son inferiores a los blancos, las mujeres a los hombres. ¿Tiene la libertad de catédra límites? Los tiene en este enlace queda mucho más claro de lo que yo pudiera expresar.