Comienza la campaña de reflotamiento de la monarquía en España
Comenzada la fase de recuperación de mi mano derecha, me enfrento al terrible trabajo de expresar mi sufrimiento incondicional por varias de las cosas que leo, veo y escucho. Vaya una de ellas por delante.
En Tele 5, esta misma noche, la monarquía española no ha encontrado mejores valedores para liderar su campaña de reflotamiento, que los cronistas rosas oficiosos (u oficiales, depende de cómo se mire) de la Casa Real, Jaime Peñafiel y Pilar Eyre, en un programa pretendidamente histórico llevado nada más y nada menos que por María Teresa Campos. Tras una parte documental ciertamente interesante y sabrosa (con Juan Carlos Borbón prometiendo fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento y otorgando legitimidad al régimen del 18 de julio) y plagada de filmaciones muy poco vistas de Juan Carlos en su niñez, la directora del programita hace un breve resumen y un par de comentarios lamentablemente tópicos para, inmediatamente, plantear lo que, en su opinión, es "lo primero que habrá venido a la cabeza de todos los espectadores: lo triste y lo duro de la infancia de Juan Carlos". Hay que ser no ya superficial, sino directamente tonta del bote.
Poco después, uno se ve obligado a cambiar tan acervo jucio en vista de la evidente puesta en escena que lo anterior y otras muchas sandeces componen con vistas a objetivo bien definido. Sorprendentemente, los invitados al programa (entre los que figura una especia de fantasma llamado Leandro Borbón, familiar de esos a quienes nadie parece hacer maldito caso) se lanzan cuesta abajo en la rodada y utilizan un apelativo cariñoso, cual es de "Juanito", con vistas, obviamente, a dotar de mayor proximidad y calor humano a esa figura atormentada, juguete del cruel destino expuesto a los inclementes vientos de la trama política española de su infancia y juventud, que no es otro que Juan Carlos de Borbón y Borbón, rey de España.
Bien mirado, esto es síntoma inequívoco de que en ciertas instancias se reconoce que la monarquía española, hasta hace muy poco considerada a salvo de cualquier embate político, requiere una ayuda, una tabla a la que aferrarse. Y no hay iniciativas políticas para ello, sino groseros llamados a la fibra sensible. No hay razón, sino fe.
Vamos bien. Vamos mejor de lo que pensamos.
En Tele 5, esta misma noche, la monarquía española no ha encontrado mejores valedores para liderar su campaña de reflotamiento, que los cronistas rosas oficiosos (u oficiales, depende de cómo se mire) de la Casa Real, Jaime Peñafiel y Pilar Eyre, en un programa pretendidamente histórico llevado nada más y nada menos que por María Teresa Campos. Tras una parte documental ciertamente interesante y sabrosa (con Juan Carlos Borbón prometiendo fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento y otorgando legitimidad al régimen del 18 de julio) y plagada de filmaciones muy poco vistas de Juan Carlos en su niñez, la directora del programita hace un breve resumen y un par de comentarios lamentablemente tópicos para, inmediatamente, plantear lo que, en su opinión, es "lo primero que habrá venido a la cabeza de todos los espectadores: lo triste y lo duro de la infancia de Juan Carlos". Hay que ser no ya superficial, sino directamente tonta del bote.
Poco después, uno se ve obligado a cambiar tan acervo jucio en vista de la evidente puesta en escena que lo anterior y otras muchas sandeces componen con vistas a objetivo bien definido. Sorprendentemente, los invitados al programa (entre los que figura una especia de fantasma llamado Leandro Borbón, familiar de esos a quienes nadie parece hacer maldito caso) se lanzan cuesta abajo en la rodada y utilizan un apelativo cariñoso, cual es de "Juanito", con vistas, obviamente, a dotar de mayor proximidad y calor humano a esa figura atormentada, juguete del cruel destino expuesto a los inclementes vientos de la trama política española de su infancia y juventud, que no es otro que Juan Carlos de Borbón y Borbón, rey de España.
Bien mirado, esto es síntoma inequívoco de que en ciertas instancias se reconoce que la monarquía española, hasta hace muy poco considerada a salvo de cualquier embate político, requiere una ayuda, una tabla a la que aferrarse. Y no hay iniciativas políticas para ello, sino groseros llamados a la fibra sensible. No hay razón, sino fe.
Vamos bien. Vamos mejor de lo que pensamos.
Comentarios
Un besito, Antonio
Efectivamente, D.Antonio, el hecho de que se produzcan estos programas es un claro síntoma de que la Monarquía por primera vez está tocada. Y tiene más adhesiones que nunca porque por primera vez se ha cuestionado públicamente y con cierto éxito. Este año ha sido el primer paso, habrá que insistir todavía para ganar la batalla.
Salud y República