Una victoria que no cierra nada

Hace muy pocos días me afilié por segunda vez a Izquierda Unida. Ciertas consideraciones acerca de la (in)utilidad de permanecer al margen por cuestiones teóricas cuando en la práctica tantas veces (no todas, ni muchísimo menos) coincido en el mismo sitio con sus militantes, me han hecho dar ese paso. La vena posibilista que inevitablemente le entra a uno cuando va acumulando añitos también tendrá algo que ver, digo yo...

Sin embargo, advertí que de ninguna manera participaría (aunque hubiera podido, que probablemente no habría sido así debido a la escasa antigüedad militante) en las primarias para elegir candidato a las Elecciones Generales de Marzo de 2008. Y advertí que no lo haría no sólo porque consideraba que no habría sido lógico, sino porque me siento igualmente alejado, aunque por motivos distintos, de ambos candidatos. Lo que me hubiera inclinado más a favor de uno que de otra habría sido cosa de poco.

Ahora esas primarias han pasado ya y los comentarios fluyen por doquier con un inocultable destello de desahogo o, supongo, de frustración. Post como éste, este otro o éste de más allá son, creo yo, demostrativos de ese suspiro de alivio que en general se ha dado entre quienes apoyaban a Llamazares. Estoy a la espera, cuando escribo esto, de ver la reacción de los blogueros, entre los que sigo habitualmente, que declararon su preferencia por Marga Sanz. Por otra parte, ha habido también quien se ha mostrado más neutral en la victoria y ha adoptado un tono más informativo, que probablemente habrá sido agradecido por los perdedores (o no, vaya usted a saber...).

Pero más allá de ese alivio y más allá de cierto deje revanchista que creo detectar en algún otro amigo, todos coinciden en que la victoria de Llamazares ha sido rotunda. Yo, sin embargo, reconociendo mi carácter de outsider en este caso, me pregunto: ¿rotunda? En los porcentajes de voto, sí, pero la participación que leo que ha habido en lugares definitivos para Izquierda Unida (Madrid y Andalucía), entre el veintitantos y el treinta y tantos por ciento, deberían anular, creo yo, esa sensación de satisfacción que noto. Porque estamos hablando, para mejor hacernos una idea, de que en una organización que cuente con 1.000 afiliados, Gaspar Llamazares habría obtenido unos 238 votos (el 62,5% del 38% que ha votado de media en todo el país), contra 142 de Marga Sanz (el 37,5% del mismo 38%).

IU no es una institución, es una fuerza política progresista, y como tal la participación de sus afiliados y militantes en los procesos internos debería mirarse como un bien en sí mismo, más allá de las opciones por las que en cada momento se decantasen. Si hablamos de elegir a quien será la cabeza de candidatura a unas elecciones generales, la extrañeza que produce esa masiva abstención contrasta con la autocomplacencia de ambos candidatos, que han coincidido en considerarla "todo un éxito".

Marga Sanz ha descartado impugnar la elección, aceptando el resultado y restando así importancia a las protestas (que ella misma hace también) por lo que considera desigualdad a la hora de distribuir la presentación de cada candidatura y demás material de voto, se entiende que porque cree que se ha marginado a su candidatura. Pero Marga Sanz dejará mañana mismo de ser una referencia estatal para los afiliados que son también militantes del PCE, y no tengo yo tan claro que la misma elegancia y buenas maneras mostradas por esta mujer vayan a ser conservadas por todo el mundo.

La lectura de una de las entradas que enlazo más arriba (que es, además, suscrita por algún otro bloguero) adquiere, pues, unos tintes más pragmáticos: revela hasta qué punto se ve claro que la pelea continuará, sólo que ahora toca a los partidarios de Llamazares tener la sartén por el mango. El problema es que, mientras el PCE es un 37,5% de gente bastante homogénea, los ahora ganadores no lo son. Y como, quien más y quien menos, todos han abusado de "retocar" el censo en unas ocasiones u otras, pues esa operación de limpieza que todos anuncian como imprescindible será muy problemática porque, o mucho me equivoco, o unos considerarán que la limpieza se hace sólo en favor de los otros, y no de todos.

En fin, enhorabuena en cualquier caso al vencedor y a quienes consideran su victoria una victoria también de ellos. Y nada que decir a quienes han perdido la elección porque, tal y como yo entiendo la política, ser derrotado en esto no debería ser motivo de grandes dramas.