Una cuestión de jerarquía
Como era de prever, el suceso de la Cumbre Iberoamericana está trayendo opiniones cruzadas para casi todos los gustos dentro del mundillo progresista y de izquierda. A mi modo de ver hay cinco cosas que se entremezclan en los comentarios sobre ese suceso: las opiniones vertidas por Chávez; el modo y el momento de expresarlas del jefe de Estado venezolano; su perfil político y personal; las respuestas de Juan Carlos I y de Rodríguez Zapatero; y las consideraciones que se puedan hacer respecto al perfil de las relaciones diplomáticas españolas.
Respecto a lo primero, decir que Aznar es un fascista y acusarle de haber colaborado en una trama golpista contra Chávez en Venezuela no es más que decir la verdad, salvando cuestiones menores de finura a la hora de caracterizar políticamente (puede que Aznar no sea nominal y teóricamente fascista, pero desde luego tiene los suficientes vínculos con esa ideología y la cultura político idonea para caracterizarle así). Por este lado, pues, hay que darle la razón a Chávez.
En cuanto a lo segundo, si se trata de denunciar unos determinados hechos y políticas, y también a unas deterinadas personas y entidades españolas que están teniendo el poder y la voluntad de trastocar la marcha económica de otros países, bien por buscar con ello su propio beneficio, bien por hacerlo al servicio de intereses políticos del país propio, pocos sitios me parecen tan adecuados para hacerlo, tratándose de países latinoamericanos, como esta Cumbre. En cuanto al modo, creo que Chávez es un bocazas en sus formas y que la educación en el trato no es precisamente su fuerte, pero, sinceramente, me parece éste un tema de tan poca entidad que no veo cómo se puede pretender seriamente ponerlo al mismo nivel que los demás.
Respecto a lo tercero, he dicho en varias ocasiones que Chávez no es santo de mi devoción. Mi mejor forma de definir mi posición ante él es que apruebo varias de las medidas de protección del patrimonio y los intereses de su país frente a la gula económica de las principales empresas y países, pero me encantaría que no fuera él quien las pusiera en práctica. No me gusta que la respuesta a sus oponentes internos venga de la mano de bandas armadas (algo muy distinto de las organizaciones armadas antigubernamentales que a lo largo de la historia ha habido, especialmente en América Latina, ya que éstas no tenían un aparato de Estado a su servicio, sino precisamente en contra de ellas, todo lo contrario que Chávez), como no me gusta el desparpajo con que enmudece a enemigos, aunque éstos puedan ser indeseables chupópteros de los bienes venezolanos, ya que considero que antes o después esa forma de actuar también se volverá contra quienes le reclamen más avances y se opongan a él desde una perspectiva de izquierdas.
En cuanto a las respuestas del presidente del Gobierno español y del rey, no pueden haber sido más distintas, a pesar del intento que de forma misteriosa casi todos parecen hacer por igualarlas. Rodríguez Zapatero fue educado, comedido y sin embargo suficientemente serio y firme en su respuesta a la interrupción de Chávez. El rey fue grosero e improcedente, tanto en su barriobajera forma de mandar callar al venezolano como en su posterior espantada. Creo que en lo que fue visible, Juan Carlos I quiso que Chávez dejara de interrumpir a Zapatero, pero en en el fondo lo que le jodió fue que aquél se permitiera la libertad de dejar en mal lugar a un español, independientemente de que fuera Aznar u otro.
Por último, hay muchos comentarios, especialmente desde la derecha, en los que se pone en tela de juicio la política diplomática del actual Gobierno, aduciendo que se han buscado aliados donde no procedía y que ahora se recogen las consecuencias negativas de una política de acercamiento a los "marginados". En otras palabras, se señala con suficiencia y complacencia lo que se considera el resultado de una ilusa e inmadura política "tercermundista", intentando poner así en valor lo que se presenta como la política seria que debería llevarse a cabo: estar con los grandes, o sea con Estados Unidos o Gran Bretaña, con Bush y Blair. En definitiva, la política de Aznar.
Yo creo que hay que jerarquizar todos estos aspectos y puntos de vista, hay que darle a cada uno su valor. En cuanto hagamos esto con un poco de cabeza nos daremos cuenta de que lo más importante es decidir si creemos o no las acusaciones de Chávez (y de Kirchner y de Ortega, no lo olvidemos) no ya contra Aznar (sobre las cuales no creo que quepan dudas razonables: son acusaciones ciertas), sino sobre las grandes empresas españolas que llevan años beneficiándose de las presiones españolas sobre los gobiernos latinoamericanos en dificultades. Creo que este aspecto es el primero porque dependiendo de que las acusaciones sean ciertas o no, así se verá condicionada la opinión sobre la segunda cosa en orden de importancia: la política diplomática española actual, la Alianza de Civilizaciones propugnada por Rodríguez Zapatero.
A partir de ahí, las cuestiones tienen importancia en ámbitos muy restringidos y de fácil reconducción, ya que los problemas de índole diplomática tienden, por su propia esencia, a solucionarse en su ámbito, sin permitir que lo traspasen y entren en el de la política real. De otra manera nos encontraríamos con el sinsentido de que la diplomacia, nacida para suavizar las relaciones y ampliar los cauces de diálogo entre países, sería causa de todo lo contrario.
Que el rey pueda comportarse groseramente no es una novedad para mí (escasa es la distancia entre esa campechanía que tan positivamente le pintan sus agiógrafos y esta mala educación que demuestra); y que Chávez tenga necesidad de aprender a usar su verbo sin restarle hierro, pero añadiéndole terciopelo, es otra verdad incontestable con la cual se va a pocos sitios. En cuantoa Rodríguez Zapatero, me parece que respondió defendiendo quizás un poco demasiado activamente a un individuo como Aznar, en cuya defensa no puede servir como justificación el hecho de que hayamos tenido la desgracia de tenerle como presidente de Gobierno.
Jerarquía, por favor, jerarquía.
Respecto a lo primero, decir que Aznar es un fascista y acusarle de haber colaborado en una trama golpista contra Chávez en Venezuela no es más que decir la verdad, salvando cuestiones menores de finura a la hora de caracterizar políticamente (puede que Aznar no sea nominal y teóricamente fascista, pero desde luego tiene los suficientes vínculos con esa ideología y la cultura político idonea para caracterizarle así). Por este lado, pues, hay que darle la razón a Chávez.
En cuanto a lo segundo, si se trata de denunciar unos determinados hechos y políticas, y también a unas deterinadas personas y entidades españolas que están teniendo el poder y la voluntad de trastocar la marcha económica de otros países, bien por buscar con ello su propio beneficio, bien por hacerlo al servicio de intereses políticos del país propio, pocos sitios me parecen tan adecuados para hacerlo, tratándose de países latinoamericanos, como esta Cumbre. En cuanto al modo, creo que Chávez es un bocazas en sus formas y que la educación en el trato no es precisamente su fuerte, pero, sinceramente, me parece éste un tema de tan poca entidad que no veo cómo se puede pretender seriamente ponerlo al mismo nivel que los demás.
Respecto a lo tercero, he dicho en varias ocasiones que Chávez no es santo de mi devoción. Mi mejor forma de definir mi posición ante él es que apruebo varias de las medidas de protección del patrimonio y los intereses de su país frente a la gula económica de las principales empresas y países, pero me encantaría que no fuera él quien las pusiera en práctica. No me gusta que la respuesta a sus oponentes internos venga de la mano de bandas armadas (algo muy distinto de las organizaciones armadas antigubernamentales que a lo largo de la historia ha habido, especialmente en América Latina, ya que éstas no tenían un aparato de Estado a su servicio, sino precisamente en contra de ellas, todo lo contrario que Chávez), como no me gusta el desparpajo con que enmudece a enemigos, aunque éstos puedan ser indeseables chupópteros de los bienes venezolanos, ya que considero que antes o después esa forma de actuar también se volverá contra quienes le reclamen más avances y se opongan a él desde una perspectiva de izquierdas.
En cuanto a las respuestas del presidente del Gobierno español y del rey, no pueden haber sido más distintas, a pesar del intento que de forma misteriosa casi todos parecen hacer por igualarlas. Rodríguez Zapatero fue educado, comedido y sin embargo suficientemente serio y firme en su respuesta a la interrupción de Chávez. El rey fue grosero e improcedente, tanto en su barriobajera forma de mandar callar al venezolano como en su posterior espantada. Creo que en lo que fue visible, Juan Carlos I quiso que Chávez dejara de interrumpir a Zapatero, pero en en el fondo lo que le jodió fue que aquél se permitiera la libertad de dejar en mal lugar a un español, independientemente de que fuera Aznar u otro.
Por último, hay muchos comentarios, especialmente desde la derecha, en los que se pone en tela de juicio la política diplomática del actual Gobierno, aduciendo que se han buscado aliados donde no procedía y que ahora se recogen las consecuencias negativas de una política de acercamiento a los "marginados". En otras palabras, se señala con suficiencia y complacencia lo que se considera el resultado de una ilusa e inmadura política "tercermundista", intentando poner así en valor lo que se presenta como la política seria que debería llevarse a cabo: estar con los grandes, o sea con Estados Unidos o Gran Bretaña, con Bush y Blair. En definitiva, la política de Aznar.
Yo creo que hay que jerarquizar todos estos aspectos y puntos de vista, hay que darle a cada uno su valor. En cuanto hagamos esto con un poco de cabeza nos daremos cuenta de que lo más importante es decidir si creemos o no las acusaciones de Chávez (y de Kirchner y de Ortega, no lo olvidemos) no ya contra Aznar (sobre las cuales no creo que quepan dudas razonables: son acusaciones ciertas), sino sobre las grandes empresas españolas que llevan años beneficiándose de las presiones españolas sobre los gobiernos latinoamericanos en dificultades. Creo que este aspecto es el primero porque dependiendo de que las acusaciones sean ciertas o no, así se verá condicionada la opinión sobre la segunda cosa en orden de importancia: la política diplomática española actual, la Alianza de Civilizaciones propugnada por Rodríguez Zapatero.
A partir de ahí, las cuestiones tienen importancia en ámbitos muy restringidos y de fácil reconducción, ya que los problemas de índole diplomática tienden, por su propia esencia, a solucionarse en su ámbito, sin permitir que lo traspasen y entren en el de la política real. De otra manera nos encontraríamos con el sinsentido de que la diplomacia, nacida para suavizar las relaciones y ampliar los cauces de diálogo entre países, sería causa de todo lo contrario.
Que el rey pueda comportarse groseramente no es una novedad para mí (escasa es la distancia entre esa campechanía que tan positivamente le pintan sus agiógrafos y esta mala educación que demuestra); y que Chávez tenga necesidad de aprender a usar su verbo sin restarle hierro, pero añadiéndole terciopelo, es otra verdad incontestable con la cual se va a pocos sitios. En cuantoa Rodríguez Zapatero, me parece que respondió defendiendo quizás un poco demasiado activamente a un individuo como Aznar, en cuya defensa no puede servir como justificación el hecho de que hayamos tenido la desgracia de tenerle como presidente de Gobierno.
Jerarquía, por favor, jerarquía.
Comentarios
¿Quién ha salido con mejor imagen?Cada día me cae mejor ese tipo.
¿Aznar fascista, dicen ustedes? ¡¡¡¡Viva Aznar!!!!
Echaba ya de menos a alguien que desde la izquierda describiera al venozolano sin ningún complejo. Empezaba yo a pensar que era un rarito.
Un saludo.
Y ahora pongamos un caso hipotético. Nos situamos entre 1937 y 1939. Manuel Azaña (como jefe de Estado) y Juan Negrín (como jefe de gobierno) asisten a una cumbre X de jefes de Estado y de gobierno.
Un dirigente extranjero arremete contra un anterior presidente del gobierno de la República, Alejandro Lerroux (a la sazón de derechas), y le llama fascista por emitir una opinión.
Y entonces Negrín (presidente del gobierno en ejercicio) le dice al tipo que Lerroux fue elegido democráticamente y que sus insultos están aquí totalmente fuera de lugar. Pero mientras lo dice, el mencionado tipo, que no respeta el turno de palabra, no para de interrumpirle.
Y en esto salta Azaña (presidente de la República, no del gobierno, es decir, jefe de Estado) y le espeta al maleducado: "¿por qué no te callas?"
Y la pregunta es: ¿estaríais poniendo a parir a don Manuel Azaña de la misma forma que estáis poniendo a parir al rey? Me temo que no. ¿Por qué será? Falta de racionalismo, aventuro.
En cuanto a Chávez, coicido con Antonio, el populismo como forma de hacer política no acaba de gustarme. Ahora bien, en Venezuela, está surgiendo en torno a los llamados círculos bolivarianos una conciencia política que excede a la personalidad de Chávez, y esto es esperanzador. De todas formas son los propios EE.UU. los que están lanzando a Venezuela camino del socialismo, espero que encuentre su camino, en estos momentos la historia me ha demostrado la inexistencia de modelos exportables.
En cuanto a don Impe, pero si es de Arganda, pobre...
Por cierto, ¿añadiría usted algo a lo ya dicho por ese peazo entrenador que tienen acerca del arbitraje de ayer domingo? Pasa lo mismo ahora que cuando gobernaba aquél Santo.
Antes de nada creo que hay que poner una cosa en su lugar. Es inexcusable. Aznar, desde ciertos puntos de vista (bastante cuestionables por cierto, la palabra "fascista" no debería utilizarse así como así) es un "fascista", pero el tema es que si él lo es Chaves también. Y muchísimo más. En la misma dirección podría hacerse una defensa del Rey: vale que el Rey viene de donde viene, pero Chavez, antes de ganar las elecciones, jugó a ser no Juan Carlos I sino Franco: intento de golpe en 1992.
Una vez dicho esto solo decir que, como no puede ser de otra manera hablando de quien estamos hablando (Chaves) es de una inocencia que ralla la estupidez creer que Chaves dice estas cosas por algo así como defender unas creencias, entendidas como principios. Chaves no tiene principios. Lo que este gañán pretende no es que las empresas no abusen y exploten y blablabla, lo que quiere es meter sus empresas, como quiere crear un bando que se oponga al ALCA y demás (no voy a meterme en la génesis del ALCA) pero en el que cree si lo lidera él. Por cierto, mi aprecio por los comunistas es igual a 0, pero este no es siquiera comunista, ésos, perores o mejores, son otra cosa, más seria al fin y al cabo.
Es inocente pensar que esto son "comentarios sin más", Chavez estuvo todo el fin de semana haciendo comentarios del mismo tipo con una finalidad muy clara, esto es fruto de una estrategia bien definida no de unas "creencias políticas": no pretende "convencer a nadie", pretende aprovecharse.
Dicho esto, el Rey sacó los pies del tiesto, pero estando en ese foro y sabiendo como -necesariamente ha de saber- los propósitos de Chaves es que se puso como se puso. El "Borbón" sacó los pies del tiesto, pero Chaves, golpista, fascista y populista (ahora nos habla de la Conquista de América) no hace sino utilizar sus argumentos demagógicos y mesiánicos para algo bien práctico: solidificar su repugnante liderazgo (en el que están la gerontocracia cubana, el intelectual Morales y el -actualmente- ultracatólico Ortega; Kitchner juega otra liga, no nos equivoquemos, y es malísimo en RRII como ha dejado claro su mujer, futura presidenta).
Saludos
¿Por qué no te callas, y escuchas? A ver si apredes algo. Se la podrás dar a ignorantes, pero te tenemos más calao que los paraguas de a real. Por ejemplo.