Las múltiples vacaciones del señor Sarkozy
Sarkozy tiene muchos amigos, y todos ellos parecen comprensiblemente empeñados en invitarle a pasar vacaciones en lugares bastante lujosos. ¿Lo harán desinteresadamente? ¿Es la amistad lo que guía exclusivamente el proceder de esas personas? Sarkozy dice que tiene derecho a tener amigos y que sus vacaciones nada le cuestan al Estado francés. Puede que tenga razón.
La cuestión, evidentemente, no es si esas vacaciones en concreto las paga de su bolsillo, distrae el dinero de las arcas públicas o las pagan íntegramente sus amigos. La cuestión es que esas vacaciones en yates y villas lujosas en el extranjero dejan un aroma de amiguismo imposible de ocultar. Cuando uno sigue el rastro a esos espléndidos amigos, claro está que descubre a unas personas con intereses económicos susceptibles de ser "apoyados" por todo un presidente de la República Francesa.
Dice el archiconocido aforismo que la mujer de César no sólo tiene que ser honrada, sino que también tiene que parecerlo. Es un dicho que los neoliberales no comprenden porque en su imaginario no sólo es normal recibir favores y pagarlos con otros favores, sino que además es lógico y coherente con una forma de entender la vida en la que prima la ley de la selva... siempre que ellos ejerzan de leones.
La versión más cruda de ese neoliberalismo, en cuyas filas Sarkozy milita en lugar destacado, diría, aplicada a este caso, que el Estado no debe intervenir en lo que un individuo consiga gracias a su esfuerzo. Si Sarkozy ha logrado auparse a la presidencia de la República, nadie debe decirle con quién puede ir de vacaciones y con quien no, nadie debe decirle a quién debe devolverle favores y a quién no.
Es como la bebida, que nadie debe decirle lo que debe beber y lo que no, ¿recuerdan?
La cuestión, evidentemente, no es si esas vacaciones en concreto las paga de su bolsillo, distrae el dinero de las arcas públicas o las pagan íntegramente sus amigos. La cuestión es que esas vacaciones en yates y villas lujosas en el extranjero dejan un aroma de amiguismo imposible de ocultar. Cuando uno sigue el rastro a esos espléndidos amigos, claro está que descubre a unas personas con intereses económicos susceptibles de ser "apoyados" por todo un presidente de la República Francesa.
Dice el archiconocido aforismo que la mujer de César no sólo tiene que ser honrada, sino que también tiene que parecerlo. Es un dicho que los neoliberales no comprenden porque en su imaginario no sólo es normal recibir favores y pagarlos con otros favores, sino que además es lógico y coherente con una forma de entender la vida en la que prima la ley de la selva... siempre que ellos ejerzan de leones.
La versión más cruda de ese neoliberalismo, en cuyas filas Sarkozy milita en lugar destacado, diría, aplicada a este caso, que el Estado no debe intervenir en lo que un individuo consiga gracias a su esfuerzo. Si Sarkozy ha logrado auparse a la presidencia de la República, nadie debe decirle con quién puede ir de vacaciones y con quien no, nadie debe decirle a quién debe devolverle favores y a quién no.
Es como la bebida, que nadie debe decirle lo que debe beber y lo que no, ¿recuerdan?
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