Presiones light

El PP y el conjunto de la sociedad políticamente bienpensante de este país (que la hay en todas las esferas) ha decidido que protestar por la ocupación de los cargos de un ayuntamiento con la alevosía que lo han hecho los concejales del PP en Litartza, es un acto de intolerable presión terrorista. El País (parte inequívoca de esa sociedad bienpensante) adereza la información como es habitual en este medio y, para qué nos vamos a engañar, en casi todos. Vean, si no, la orientación de la noticia:

Titular: "El PP toma posesión del Ayuntamiento de Litartza entre abucheos de simpatizantes 'abertzales'"

Tras la entradilla, el primer párrafo del cuerpo del artículo informa de varias cosas convenientemente mezcladas: por un lado, se recuerda que el consistorio de Litartza es un "tradicional feudo de Batasuna", pero que su gobernabilidad "se complicó" (¡vaya eufemismo!) tras la ilegalización de ese partido. Por otro lado, menciona que en estas elecciones fue anulada la lista de ANV para el municipio. Por último, ya en otro párrafo, da cuenta de los "insultos y voces" proferidos por quienes protestaban contra los concejales del PP que se dirigían al Consistorio para tomar posesión de la alcaldía.

Me queda una duda: ¿con eso de "los abertzales" se refieren a militantes o simpatizantes de ANV? Porque si es así, se trata de militantes de un partido legal que ejercen una protesta yo diría que muy comedida en comparación con el latrocinio político del que están siendo víctimas en esos momentos. Resulta que el motivo de este titular en El País es que treinta personas han proferido "insultos y gritos de fascistas y ladrones" al paso de la comitiva del PP. Seis de ellos (¡¡seis!!, menudo batallón) han conseguido entrar al salón de plenos y han continuado increpando a los populares. El grado de violencia de la protesta debió de ser bastante contradictorio, porque por un lado se califica de violento, pero por otro se reconoce que los seis manifestantes no fueron desalojados por la policía local (o la que hubiera allí, que no lo sabemos por esta crónica) y que finalmente salieron por propia iniciativa.

Habrá quien aduzca que no es lo mismo una protesta ejercida por ciudadanos a quienes se les suponga vinculados a una organización o sector con tradición violenta, que otra ejercida por personas sin tacha de ese tipo. Yo les diría que una sociedad democrática con cierta solvencia debe tener los medios para permitir la protesta (que, en los términos reseñados en la crónica, me parece que cae de pleno dentro del campo del ejercicio de la libertad de expresión) salvaguardando la integridad física y moral de los ediles en el caso de una eventual agresión.

Particularmente, si yo hubiera confeccionado una candidatura que mediante argucias legales hubiera sido anulada por un tribunal, permitiendo así que se secuestrara tramposamente la voluntad democrática claramente expresada desde casi siempre (recuerden lo del bastión de Batasuna), eso que han hecho estos llamados abertzales es lo mínimo que se me hubiera ocurrido hacer a mí. Por no hablar de lo que se le ocurre hacer al impresentable ladrillero de Martínez Pujalte, y nadie dice que es un abertzale...