Más kilómetros de arena

Bueno, pues ya hay fumata blanca. Me parece que don Santi y los demás amables comentaristas de hace dos entradas en esta bitácora reconocerán que la reunión entre Zapatero y Rajoy arroja un resultado visible y "sentible" mucho más desplazado hacia la concordia y los nuevos tiempos compartidos de lo que yo auguraba en el citado post.

Nada de agrios reproches, escasas miradas atrás. No digo que amor, pero aquí sí hay voluntad de diálogo. ¿Aquellas banderas con aguiluchos, aquellas pobladas manifestaciones, los capones a ministros, las pancartas delictivas...? Rajoy ya había decidido el mismo 15 de marzo de 2004 que la victoria electoral de cuatro años después vendría de la mano del degüello como filosofía política. Hoy Zapatero parece haber dicho que su apuesta es por dejar de ser la víctima degollada. Lo que no se entiende es por qué se ha dejado poner el cuchillo en el cuello durante todo este tiempo sin necesidad ninguna.

Sea como sea, el momento político en lo que a lucha por la paz y contra el terrorismo se refiere, ha cambiado y ya nada es ni será en el próximo año como ha sido en estos tres trancurridos. No lo dice sólo el resultado conocido de la mencionada reunión de reencuentro, lo explicitan mucho más otros acontecimientos, como la prisión de Otegi (que sigue clamando por el diálogo, en un gesto en mi opinión loable aunque creo que ya inútil); y la incalificablemente antidemocrática determinación del PSOE navarro (que probablemente cree que pudiendo gobernar Navarra y Pamplona, aunque sea con UPN, para qué apostar por gobernar sólo una).

En 2008 el PSOE perderá probablemente las elecciones. Las perderá por no saber ganarlas, cosa que habrá estado al alcance de su mano. Las perderá porque en aquellas cuestiones que más importan a los ciudadanos (que, desde luego, no son éstas que aquí traigo yo a colación) habrá dado muchas de cal con muchas de arena y el PP y los medios de comunicación se encargarán de recordar mucho más las últimas que las primeras. Las perderá por haber decepcionado a un buen puñado de personas que necesitaban creer en la existencia de los ángeles y que por un momento (tres años) pareció que los habían visto y tocado sus alas. Las perderán por no tener el suficiente arrojo para hacer recular con firmeza a los sables, los caralsol, las sotanas y los ladrillos.

En contra de lo que pueden quizás transmitir mis reiteradas quejas y críticas, yo lo sentiré. Sentiré que pierdan las elecciones no sólo por lo evidente de quién las ganará entonces, sino también porque si bien la razón me ha dicho siempre que los ángeles no existen, a mí también me prestó mucho (como diría los buenos de don Valín y de don Filo) ver cosas que tiempo ha no se veían en la política de este país.

Los desiertos es lo que tienen, que ves claramente rielar aquel agua en el horizonte y cuando llegas, otra vez es arena.