Un espectáculo de tercera



He de matizar una afirmación mía en un post anterior. Es obvio que en toda profesión hay chapuzas, y en el mundo del espectáculo no podía ser menos. Si bien mantengo la calificación de magníficas para las representaciones teatrales de Semana Santa en los más afamados lugares de este país, he de consignar también la chapucera concepción que de la puesta en escena tienen algunos.

Estas fotos son del llamado Cristo del Mercado, un paso en la procesión unificada nocturna que en Segovia se realiza la tarde-noche del Viernes Santo. Muchas de las imágenes que en ella fueron portadas este viernes salieron con plásticos como los que en estas fotos se pueden ver, así de horrorosos y de disuasores de cualquier pasión. A ello hay que unir los risibles cambios de ritmo que todos los participantes debieron realizar varias veces para intentar mantener unas distancias entre los distintos pasos, a causa de la prisa que los primeros tenían por hacer el recorrido sin que la lluvia arreciase.
A consecuencia de ello, las damas de mantilla negra y peineta perdían ostensiblemente la compostura al tener que corretear tras el sacristán con la cruz, metiendo el tacón del zapato en el irregular empedrado de la calle San Juan. Los nazarenos se veían obligados a apretar el paso y, para evitar caídas impensables, debían alzar a veces la tela que les cubre la cara a fin de ver mejor dónde ponían los pies. Algunas y algunos soldados de diferentes armas que acompañaban ciertos pasos se convirtieron también en arreboladas víctimas de la carrera, en especial aquellos que tienen como costumbre acompañar a paso de oca a la imagen de la que son corporativamente devotos. Los penitentes, por su parte, fueron los más afectados, ya que tuvieron que buscar a ratos la forma de arrastrar sus cruces de madera (algunas de considerable tamaño y peso) a paso de marcha legionaria. La única ventaja de esta singular manera de procesionar fue, en el caso de estos últimos, que la remembranza con respecto a la historia conocida de Jesús camino del Gólgota se representó con más veracidad, al tener que ayudar los espectadores en varias ocasiones al penitente más flacucho de la fila.

No alcanzan a justificar el desaguisado ni la lluvia ni el valor de las maderas policromadas de varias de estas imágenes, porque para hacer esto mejor es no sacarlas. Un cero para el regidor de turno, que se dotó de un ejército de jovencitos armados con walkie-talkies cada doscientos metros, pero no de un criterio ajustado al carácter del espectáculo.

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