La saeta

De pequeño, como la mayoría de los de mi edad y de otras edades parecidas, odiaba la Semana Santa, esa opresiva colección de días con coronas de espinas en la sien y mirada adusta. Me sobrepasaba, me producía una desazón inconmensurable, un aburrimiento infinito. La consabida reposición de Ben Hur, Los Diez Mandamientos, Marcelino, pan y vino y otras joyas cinematográficas y la inexistencia de la televisión (poco después ya la hubo, pero en ella se daba la misma tónica general), cerraban un círculo que no dejaba otra salida que la lectura en casa (¡benditos libros!) y el paseo fúnebre en el que ni gritar ni reirse podía uno por la calle, pues un guardia podía llamarte la atención (a mi padre se la llamó uno porque yo, que debía tener seis o siete años, andaba por ahí, corriendo y gritando...).

Con el paso del tiempo, se fueron agrietando las paredes de tan negro castillo y unos rayitos de luz, tímidos al principio pero más fuertes luego, se abrieron paso hasta nuestros ojos. Vinieron los tiempos de las vacaciones de Semana Santa (una novedad que nuestros padres desconocían como tales vacaciones) que, allá en el entorno de los dieciocho, nos permitían juntarnos en manada e irnos de acampada a la sierra. Todavía otro poco más tarde, ya trabajando con los veinte o veintidós añitos, llegaron las playas y las discotecas.

Si en la primera época odiaba todo lo relacionado con la tradición católica de esas fechas (las procesiones, los capuchones, la música...), en la segunda me limitaba a pasar de ello. Podía hacerlo gracias a la relativa apertura de costumbres. Y ahora que ya no me pueden herir con esa tristeza impuesta tan odiosa y que estoy también harto de copas y botellines, he de reconocer que me asombro a mí mismo escuchando con emoción una saeta bien cantada.

No es que me esté volviendo un beatón irredento, no. Es, simplemente, que aprecio el sentido tan depurado del espectáculo que tiene la gente que monta esto. El atrezzo es fastuoso. Los decorados, inmejorables. Los secundarios brillan a gran altura (aunque sea bajo ropajes extraños y sosteniendo unas pesadísimas andas). La tensión dramática está magníficamente conseguida, y en medio de ella se eleva a veces una buena voz que canta.

Tanto me da lo que cada cual quiera opinar: como creo que le ocurre a Joan Manuel Serrat, a mí se me ponen los pelos como escarpias cuando oigo esa voz quebrada que se desliza agazapada, que ronronea y luego corta el aire, y si tuviera voz y conocimiento para ello, yo mismo la cantaría a no dudar. Me temo que estaría cometiendo un sacrilegio o poco menos, porque siendo la letra tan marcadamente religiosa, seguramente habría quien consideraría ofensivo que cantase quien no cree en absoluto en dioses ni religiones.

(Dedicado a Javier Baeza, Enrique de Castro, Pepe Díaz y a todas y todos cuantos han decidido luchar en una batalla perdida en su dimensión religiosa, pero ganada de antemano en la dimensión humana)

Comentarios

Maripuchi ha dicho que…
Ay, amigo AF, nada tienen que ver una cosa con la otra.
Yo tampoco creo en dioses ni religiones y me emociono con cada canción de la Misa Campesina ... y es bastante más mundana y menos desgarradora que una saeta.
J. G Centeno ha dicho que…
Que nos veremos de nazarenos, tiempo al tiempo.
¡Viva la Esperanza de Triana! ¡Viva el cachorro!
Anónimo ha dicho que…
Hemos vivido vidas paralelas...Don AF. De aburrimiento (No se le ocurra poner telemadrid en estas fechas que están poniendo todas las de romanos), de acampadas, copas y turismo.

La verdad es que sólo he visto de cerca (que yo recuerde, que mi memoria comienza para ciertas cosas a los 12 años) una procesión en Córdoba y he dedecir que me impresionó. El silencio, el olor a incienso. Los nazarenos de morado y negro que acojonaban. Tipos con grilletes y cadenas en los pies que iban dejando gotas de sangre por el suelo.. Chico.. eso fue muy fuerte para mi. No he vuelto.
Ahora cuando alguien me dice estos chiitas estan locos cuando se fustigan en Nayaf hasta lacerarse pecho y espalda yo pienso en aquellos que se dejaban los pies en el suelo cordobés.
Daniel Isaac ha dicho que…
...Qué razón tiene...
A esto ha de añadirle las lágrimas por la lluvia, que le da a uno que pensar.
Este espectáculo es el único que no se aplaza ni se devuelve la entrada...Eso le da cierta credibilidad en su pasión inherente.

En el tema de las saetas...Ayer mismo tenía en la mano un disco de Enrique Morente que se llama "misa flamenca". Estuve a punto de comprarlo inducido por el canto "rajao" que acababa de oír en el telediario...

no le extrañe que me lo compre, no le extrañe...
Anónimo ha dicho que…
Aunque es verdad lo que dices, yo me quedo con la de Serrat. Y debemos ser mas o menos de la mism quinta, porque firmaria la descripción de la primera parte del post...
Saludos desde el agua
Gracchus Babeuf ha dicho que…
Me voy de vacas. Dales caña!!!
AF ha dicho que…
A su salud, don Gracchus Babeuf
Jordi Gomara (itaca2000) ha dicho que…
Antonio, yo de pequeñito, na de na, también con esas cosas de la semana santa, pero uno se vuelve mayor y comienza a tener una cierta sensibilidad hacía todo aquello que tiene algo de cultural y artístico y cuando se remonta a un acontecimiento artístico pagano-religioso de una tradición monstruosa.

Lo siento, soy un poco ácrata pero adoro según que procesiones. He ido recorriendo durante los dos últimos años todas las más importantes de Catalunya. Hay dos espectáculos monstruosos: el de Verges con su danza de la muerte, y el de Girona, con su majestuosidad y grandeza, romanos a caballo, etc.

Cuando suenan las trompetas y los tambores que resuenan en las estrechas calles de los barrios históricos se me ponen los pelos de punta.

Lo cortés no quita lo valiente. Soy de izquierda y me gusta el fútbol, soy de izquierda y por qué no me iban a gustar las procesiones de semana santa.
AF ha dicho que…
Exactamente eso mismo, Jordi. Bien resumido.

Un saludo.