Un círculo no puede ser cuadrado

En la Transición española, hoy lo veo así de claro, una cantidad muy importante, pero no mayoritaria de españoles hicimos un tour de force contra el franquismo y nos lanzamos a la calle una y mil veces, cada día, todos los días, para reivindicar, para protestar, para exigir, para animar a la solidaridad, para ofrecer a la sociedad un ideal de liberación.

Callados tras las ventanas de innumerables edificios grises, muchos otros reflexionaban sobre lo que veían -nuestras manifestaciones, entre otras cosas- y rumiaban una salida al impasse creado por un sistema que se resistía formalmente a morir pero que había muerto ya de obsolescencia económica y política hacía varios años.

Los más preclaros varones de aquella dictadura agonizante eligieron a las más cautas de las figuras que en aquellos momentos se destacaban entre las filas de la oposición al régimen, con el objeto de negociar con ellos grandes pactos que lograran aproximarse a la ansiada cuadratura del círculo. Carrillo y González fueron, así, las figuras emblemáticas de la izquierda pactista, la que dio de lado cualquier posibilidad (que, lo admito, no sé si realmente había) de finiquitar el régimen venciéndole, y dieron todo su apoyo a la estrategia alternativa: la de pasar la página de la historia y dejar que el régimen cambiase poco a poco, permitiendo que sus hijos predilectos, los fascistas más acérrimos incluidos, nadaran en las aguas de la nueva democracia y confiando en que la fuerza de la dinámica propia de los acontecimientos de dentro y de fuera del país, les convirtieran en cada vez más testimoniales, hasta que desaparecieran totalmente de la escena.

No parecía que hubieran tenido mal ojo para el cálculo durante las primeras décadas de esa transición democrática. A pesar de los fuertes intentos desestabilizadores de esos mismos ultras a quienes se había guardado un rinconcito amable en los consejos de administración y en las plantillas de muchas empresas para dulcificar su talante, las cosas parecieron salir muy aproximadmente como los diseñadores políticos habían pergeñado. Hacia finales de la década de los 80, los cálculos semejaban haberse demostrado ciertos y haberse logrado cuadrar ese círculo que la enfermedad de Franco y la muerte de Carrero habían dejado en situación de vicioso.

Pero cuadrar un círculo es imposible. El ejercicio que realmente realizaron los ingenieros de la Transición consistió en un truco de magia. Mostraron ante el público la mano izquierda vacía de sangre, pero mientras la señalaban con el índice de la mano derecha ésta ocultaba en su palma la bola de fuego que habría de corroer, con el tiempo, las entrañas de los marginados de la fiesta democrática, y de hacerlos salir de nuevo de sus cuevas.

Y ahora, veinte años después de esa aparente cuadratura del círculo, cuando ya la gente ha dejado de acudir al pobretón teatrillo donde se representaba en tiempos la función; cuando ya no despierta ninguna pasión la democracia, porque a casi todos nos parece que estamos al cabo de la calle en lo que a ella respecta; ahora, los marginados de la Transición (que, en contra de lo que muchos creen, no fueron -no fuimos- la izquierda radical, sino la ultraderecha) se sienten hartos. Hartos, como dice Serrat, de estar hartos. Hartos de que todos les mirasen mal cuando insinuaban siquiera un elogio de Franco o una crítica sospechosa de los nuevos tiempos. Hartos de recibir críticas y condenas políticamente correctas cuando votaban mantener el nombre de Avenida del Generalísimo para la calle principal del pueblo. Hartos, como tantas veces ellos dicen con voz desabrida y gesto despechado, de haber ganado una guerra y verse, sin embargo, incapaces de hacerlo valer.

Y ha bastado una sola provocación, la pérdida inesperada de unas elecciones y el consiguiente lío monumental al tener que dar explicaciones a todos los que habían recibido promesas de cargos y prebendas varias, para que el partido que más ha conservado las esencias de aquellos yugos y aquellas flechas se desmelene y se aboque a la pelea a bayoneta calada contra quienes le han arrebatado lo que considera suyo (y tres puñetas le importa si legítimamente o no).

Y así, de repente, la ilusión del círculo cuadrado se desmorona. De repente quienes vivimos la Transición vemos cosas que nos recuerdan dolorosamente aquella época. Y quienes no la vivieron, o bien han mamado el resentimiento de los obligados a callar, o bien no han mamado tal cosa y entonces se quedan estupefactos ante el ejercicio de ira y odio que ven cada día en todas partes.

Pero es que, perdonen ustedes, esto es lo natural. Lo otro era la ficción. Pensar que quienes se arropan en su vida diaria con misas y comuniones, con miedo y odio cetrinos contra el de otra raza, con avaricia y egoísmo inhumanos para quedarse con todo, por las buenas o por las malas; pensar que quienes ven normal devastar un país por razones que desconocen y a quienes no importa la falsedad de las mismas; pensar que esa gente va a convertirse por un milagro en afable y bondadosa, en colaboradora y solidaria, es ñoñería. Es un cuento para niños.

Un círculo no puede ser cuadrado.

Comentarios

Daniel Isaac ha dicho que…
Totlamente de acuerdo contigo.

Pero sabes que me resisto a creer que esta es la única derecha que tenemos...

Antonio, de verdad no crees que exista una derecha española moderna, demócrata, más plural??
no sé, más europea, más cabal?

Pregunto,
si se pegan un batacazo de los gordos en las generales, no cree que podría existir un relevo de la vieja guardia(es indispensable descabezar a los Aznar boys)y virar hacia posturas más moderadas¿?

Seria interesante imaginar quién o quienes podrían representar ese cambio dentro del PP...
RGAlmazán ha dicho que…
Comparto este magnífico análisis contigo. Nos equivocamos. Creímos que habíamos hecho la transición. Y nos quejamos de la ley de la Memoria Histórica descafeinada sin haber hecho de verdad la transición.
Nuestra ley de punto final ha fallado nos ha llevado a donde hoy estamos.
Los únicos a mi modo de ver que han hecho la transición, dentro de los llamados poderes fácticos, son los militares (al menos por lo que detecto y espero). Sin embargo, ahí está la iglesia, algunos medios de comunicación, la derecha y...
Dani: ya me gustaría poder encontrar gente como Suárez, Herrero de Miñón, Abril Martorell, Gutiérrez Mellado y tantos otros en la derecha de hoy. No los veo. Desde luego debe haberlos pero hoy están tapados por los voceras de Aznar.

Salud y República
Imperialista ha dicho que…
Coincide usted en sus tesis con don Jesús Polanco, don AF. ¿Sinergía, tal vez?

Vamos, vamos, no se ponga melodramático, que le va dar un parrús. Pero si le parece le doy una modesta réplica en mi humilde blog, que por aquí sólo van a escribir tiralevitas suyo.
garib ha dicho que…
No sé tal vez peque de optimista, pero yo creo que no nos equivocamos tanto. Nuestra Transición es admirada fuera del país por muchos observadores. Porque lo importante no era acabar con los más radicales, sino asegurar que se establecían unos cimientos sólidos para la democracia y yo diría que eso tuvo éxito. Y la prueba es que don Antonio escribe ésto, nosotros opinamos y, a pesar del feroz ataque de la derecha a todas las instituciones, aunque tambaleándose, pero se aguantan. Y al fin y al cabo, tenemos el gobierno que tenemos porque el pueblo tuvo en su mano la herramienta para conseguirlo.

A mí me parece que es precisamente el no haber buscado venganza nada más acabar con la dictadura lo que da a los demócratas una superioridad moral que permite, ahora sí con más calma, reordenar un poco más el patio respecto a la gente que luchó por esta democracia que tenemos. En lo que sí creo que nos equivocamos es en que, llegados a este punto, hay que dejarse de pensar que no es políticamente correcto señalar con el dedo a los que todavía defienden una dictadura que lesionó derechos y libertades o a los que tienen actitudes que la recuerdan.

Y sí, yo creo que hay otra derecha, pero no saldrá hasta que la que hay ahora se pegue contra la pared. A mí me parece que los votantes les ayudaremos, aunque quizás les cueste unas cuantas legislaturas.
Gracchus Babeuf ha dicho que…
Yo estoy dispuesto a tragar con la Transición. A lo hecho, pecho. Pero, si esto es una democracia, no podemos renunciar al derecho a decidir. A decidir qué es matrimonio, el reequilibrio de las relaciones entre sexos, el diseño territorial o la forma de Estado.
AF ha dicho que…
Don Impe:

El señor Polanco coincide conmigo y no al revés, que yo vengo enunciando esto públicamente desde antes.

Aparte de esto, hoy escribiré una segunda parte de esta entrada en la que explicaré mejor el sentido de este primer post, que así a secas creo que puede parecer fuera de lugar y de contexto.
J. G Centeno ha dicho que…
Me he permitido mi buen don Antonio contestar en su blog al sr. Imperialista, es decir he ejercido de eficiente Tiralevitas. Y es verdad, su blog es mucho más plural. Espero con ansiedad las prometidas aclaraciones, pero en principio estoy de acuerdo con su análisis en todo menos en una cosa y me parece importante destacarla: Los que en 1977, y estabamos ud. y yo en distintas formaciones políticas, y nuestros análisis no eran en todo coincidentes, afirmabamos que el proceso de transformación del régimen tenía que ser necesariamente un proceso "rupturista" nunca pactado, porque en el pacto, los residuos del régimen, que tenían tras de sí al ejército, partían de una situación de gran ventaja, y el pacto iba a ser desigual, como fué. Si no se pudo hacer de otra forma no fue sólo, por nuestra debilidad, que no era tanta, sino también hay que recordar con que facilidad, y con que medios, se montó un Partido Socialista (¿Tendrian algo que ver Mitterrand y Willy Brandt) "renovado" que acabó de un plumazo con los restos del antiguo PSOE, que era curiosamente el interlocutor ideal para una salida pactada. Y en ese confiaron los que nos miraban desde esos edificios grises y que no se atrevían a intervenir. En lo que si estoy seguro de que estaré de acuerdo con usted es en que hay que asumir aquello como algo irreversible, y mirar hacia adelante. Pero de vez en cuando hay que reivindicarse "¡Coño, teníamos razón, joder!"
AF ha dicho que…
Don Javier:

Ciertamente, no creo que careciéramos de razón quienes defendíamos una ruptura con el anterior régimen. Lo que digo es que, con el paso del tiempo, he pasado de creer que quienes nos manifestábamos en la calle muy radicalmente reflejábamos los deseos de la mayoría de la sociedad, a pensar que una mayoría silenciosa con mucho peso y con poca claridad de ideas, con miedo y con esperanza mezclados, de ideología conservadora o vagamente progresista, miraban desde sus ventanas todo lo que ocurría, pero no se atrevieron después de separarse de quienes les ofrecieron una solución pactada que a la mayoría le pareció más deseable que la aventurada opción de derribar el régimen por la fuerza.

Y así salio adelante esa opción de pacto, y gracia a ello hoy podemos decir esa frase que tanto nos gusta a todos: aquellos polvos trajeron estos lodos.

Pero, por lo demás, de acuerdo con usted: a Felipe González y Cía. los pusieron en onda los millones de pesetas de los partidos socialistas francés y alemán.