De racismo y delincuencia
Antes de escribir esta nota me he pensado mucho si no debería dejarme caer en la comodidad del comentario amable sobre otros temas. Seguramente me habría ido mejor de lo que seguramente me irá después de esta nota, pero en fin, ahí va...
Entre las personas de distinta procedencia geográfica mundial que viven y trabajan en Madrid, legal o ilegalmente, hay una buena cantidad de maleantes y delincuentes, en muchos casos extremadamente violentos. Incluso estoy convencido de que muchas y muchos de ellos son difícilmente susceptibles de ser integrados socialmente. Las causas que hayan podido producir esta situación no deben influir a la hora de tener una sana preocupación por las víctimas de los actos delictivos de estas personas.
Entre las y los españoles que viven y trabajan en Madrid, legal o ilegalmente, hay una buena cantidad de maleantes y delincuentes, en muchos casos extremadamente violentos. Incluso estoy convencido de que muchas y muchos de ellos son difícilmente susceptibles de ser integrados socialmente. Las causas que hayan podido producir esta situación no deben influir a la hora de tener una sana preocupación por las víctimas de los actos delictivos de estas personas.
La sociedad tiene derecho a defenderse de quienes cometen delitos y agreden de una u otra forma, o simplemente coartan la libertad, de los demás. La sociedad tiene el derecho de dotarse de los medios educativos, económicos, laborales, etc., para conseguir atenuar y, a ser posible, eliminar las causas de índole educativa, laboral o económica que puedan incidir en la creación y crecimiento de esta delincuencia.
La sociedad tiene la obligación de hacer esto último.
La sociedad tiene el reto de ser ella misma algo reconocible, de verse a sí misma como un ente real. Sólo a partir de esa autoconciencia y de la posibilidad de estructuración y organización que se derive de ella, podrá la sociedad hacerse cargo de sus derechos y de sus obligaciones.
Los poderes públicos que realmente pretendan velar por la democracia y desarrollarla lo más posible, tienen la obligación de facilitar, que no imponer, esa autoconciencia y, en consecuencia, esa estructuración y organización sociales.
Dicho todo esto, hay que seguir diciendo: crear una banda, por mucho que sea puntual, que se dedique a la caza del sudamericano es racismo sin matices. Porque es aventurar que quienes hayan cometido actos violentos unos días antes son sudamericanos y que está en la naturaleza del sudamericano realizar actos violentos y delictivos. Y éso es una mierda racista.
Quienes están convocando a los jóvenes a acudir el próximo sábado a Alcorcón para "darles una lección" a los sudamericanos no están usando de ninguno de los derechos mencionados más arriba, y no se están preocupando de si alguien está cumpliendo con las obligaciones antes mencionadas.
Si por un casual me llegase uno de esos menajes a mi móvil, aunque venga de alguien que teóricamente sea mi amigo, le denunciaré a las autoridades y después, sólo después, si creo que lo ha hecho guiado por un impulso, intentaré en algún momento hacerle ver lo desatinado de su colaboración en esta cita racista, y le plantearé qué posibilidades puede haber de enfrentarse al problema de otra forma.
Sin embargo, le reconoceré que existe un problema y no me limitaré a decirle: "eres un racista". La ocultación políticamente correcta de la realidad de muchos actos violentos, vándalos y criminales de mucha gente, sea sudamericana, española, rusa, marroquí, gitana o china, está haciendo que muchas personas que se ven atemorizadas, en lugar de encontrar soluciones, sólo encuentren desprecio y acusaciones de racismo cuando se quejan.
Y lo que hay que conseguir a marchas forzadas es enseñar cómo responder socialmente, en colaboración con otros, a los problemas de esta índole.
En esto sí que está en juego el país entero. Más que con la independencia de Euskadi.
Entre las personas de distinta procedencia geográfica mundial que viven y trabajan en Madrid, legal o ilegalmente, hay una buena cantidad de maleantes y delincuentes, en muchos casos extremadamente violentos. Incluso estoy convencido de que muchas y muchos de ellos son difícilmente susceptibles de ser integrados socialmente. Las causas que hayan podido producir esta situación no deben influir a la hora de tener una sana preocupación por las víctimas de los actos delictivos de estas personas.
Entre las y los españoles que viven y trabajan en Madrid, legal o ilegalmente, hay una buena cantidad de maleantes y delincuentes, en muchos casos extremadamente violentos. Incluso estoy convencido de que muchas y muchos de ellos son difícilmente susceptibles de ser integrados socialmente. Las causas que hayan podido producir esta situación no deben influir a la hora de tener una sana preocupación por las víctimas de los actos delictivos de estas personas.
La sociedad tiene derecho a defenderse de quienes cometen delitos y agreden de una u otra forma, o simplemente coartan la libertad, de los demás. La sociedad tiene el derecho de dotarse de los medios educativos, económicos, laborales, etc., para conseguir atenuar y, a ser posible, eliminar las causas de índole educativa, laboral o económica que puedan incidir en la creación y crecimiento de esta delincuencia.
La sociedad tiene la obligación de hacer esto último.
La sociedad tiene el reto de ser ella misma algo reconocible, de verse a sí misma como un ente real. Sólo a partir de esa autoconciencia y de la posibilidad de estructuración y organización que se derive de ella, podrá la sociedad hacerse cargo de sus derechos y de sus obligaciones.
Los poderes públicos que realmente pretendan velar por la democracia y desarrollarla lo más posible, tienen la obligación de facilitar, que no imponer, esa autoconciencia y, en consecuencia, esa estructuración y organización sociales.
Dicho todo esto, hay que seguir diciendo: crear una banda, por mucho que sea puntual, que se dedique a la caza del sudamericano es racismo sin matices. Porque es aventurar que quienes hayan cometido actos violentos unos días antes son sudamericanos y que está en la naturaleza del sudamericano realizar actos violentos y delictivos. Y éso es una mierda racista.
Quienes están convocando a los jóvenes a acudir el próximo sábado a Alcorcón para "darles una lección" a los sudamericanos no están usando de ninguno de los derechos mencionados más arriba, y no se están preocupando de si alguien está cumpliendo con las obligaciones antes mencionadas.
Si por un casual me llegase uno de esos menajes a mi móvil, aunque venga de alguien que teóricamente sea mi amigo, le denunciaré a las autoridades y después, sólo después, si creo que lo ha hecho guiado por un impulso, intentaré en algún momento hacerle ver lo desatinado de su colaboración en esta cita racista, y le plantearé qué posibilidades puede haber de enfrentarse al problema de otra forma.
Sin embargo, le reconoceré que existe un problema y no me limitaré a decirle: "eres un racista". La ocultación políticamente correcta de la realidad de muchos actos violentos, vándalos y criminales de mucha gente, sea sudamericana, española, rusa, marroquí, gitana o china, está haciendo que muchas personas que se ven atemorizadas, en lugar de encontrar soluciones, sólo encuentren desprecio y acusaciones de racismo cuando se quejan.
Y lo que hay que conseguir a marchas forzadas es enseñar cómo responder socialmente, en colaboración con otros, a los problemas de esta índole.
En esto sí que está en juego el país entero. Más que con la independencia de Euskadi.
Comentarios
Denunciar a quien tiene la obligación de saber lo que está haciendo. Que es una burrada de la que se puede derivar incluso la muerte de alguien. ¡Menudo amigo!