Para lo bueno y para lo malo

Este mediodía, comiendo yo solo en un restaurante, me han sentado en una de esas mesas minúsculas que avecinan con otras de las mismas dimensiones y que tanto favorecen la intimidad entre comensales de diferentes procedencias. No suelo, lo crean o no, prestar atención a las conversaciones ajenas (a veces, ni siquiera a las propias), pero en esta ocasión el tono y el volumen de voz de mis vecinos (él y ella), me han llevado a hacerlo. El hombre le decía a la mujer, poniendo gran énfasis en la importancia de lo que le iba a desvelar:

- ¿Te has enterado de lo de los Albertos?

Negativa no muy interesada de ella.

- Pues el otro día estuve hablando con Alberto (aquí se ve bien claro que uno de los dos Albertos es "el" Alberto) y me dijo que la madre del otro se iba a vivir con ellos.

- ¡No me digas!

- Como lo oyes. Y claro, dice Alberto que de eso nada, que él quiere vivir con el otro, no con su madre...

- Pues eso así no va a terminar bien.

- Ya ves...

- Si es que no es la primera vez, que ya hace unos meses creo que la madre llamó al hijo y le dijo: "¿todavía tenéis la plaza de garaje libre? Pues ya la habéis alquilado, que tengo una amiga que la quiere". Y claro, Alberto se mosqueó, porque eso de que el otro haga lo que su madre le dice sin consultar con él, pues no le va...

Y así poco más o menos continuó el relato. No me digan que no les alegra. A mí sí porque, aun con todo lo prosaico del tema, alivia ver que una madre es capaz de asumir con tal normalidad la homosexualidad declarada de su hijo, hasta el punto de acabar reaccionando como lo haría con una pareja hetero: queriendo meterse por medio y soliviantar a uno contra el otro.

Lo normal, para lo bueno y para lo malo

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un alivio la normalidad. Pero creo que a su post le sobra la palabra heterosexualidad declarada por homesexualidad declarada

¿no?.