La moral adaptable, o el obispo sutil

Si tienen ánimo suficiente para ello, lean este artículo de Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona, criticando el Manifiesto del PSOE sobre "Constitución y laicidad". Les anticipo que es espeso, pero no tanto como para no poder seguirse. Simplemente es que el tema sobre el que trata es arduo y nada que sobre él se quiera decir con un mínimo de sentido, podría ser "ligero".

No es, pues, un buen tema para un blog, donde todo el mundo parece que espera encontrar notas muy breves. No obstante, me arriesgaré a hilvanar un par de cosas acerca de la postura del obispo.

En resumidas cuentas, Aguilar viene a distinguir claramente entre "laicidad" y "laicismo", estableciendo para el primer término el significado de "neutralidad" ante las religiones, pero sin reservas mentales y con una actitud positiva hacia ellas; y, para el segundo término, el significado de "oposición" a las religiones, considerándolas más bien como algo de cuyo influjo hay que apartar a la ciudadanía. Con esta clave, el religioso católico llega a la conclusión de que el texto socialista cae más en el campo del laicismo y pasa a criticarlo bajo esa óptica.

Nuestro obispo va con bastante derechura al meollo de la cuestión: es peligroso que el Estado asuma el papel de forjador de una ética para el conjunto de la ciudadanía, pues esa ética no podría basarse sino en el texto legal supremo de que el propio Estado se dota, que no es otro que la Constitución, y la que tenemos actualmente en España no orienta con la necesaria claridad en términos éticos. Por tanto, viene a concluir Aguilar, no hay una base suficiente para atreverse a sustituir la moral pre-existente en esa ciudadanía, moral que, claro está, no es otra que la que culturalmente ha prevalecido en España en los últimos setecientos años: la católica.

Que conste que a mí, personalmente, me resulta incómodo tener que estar de acuerdo con este señor en algo de lo que dice, porque tengo prejuicios evidentes que me colocan en esa situación de incomodidad, pero lo que es, es: coincido con él en lo peligroso de los intentos del Estado (de los estados) por forjar una ética global. Soy consciente de que los estados, se hayan creado o no con ese fin explícito, terminan siendo herramientas en manos de quienes controlan el poder económico mediante el político. Y siempre he creido y sigo creyendo que la ética/moral dominante es la de la clase dominante. Por tanto, no hay una ética neutral, sino aquella que más responde a unos determinados intereses.

Pero, claro, es que esa misma última apreciación es válida para la iglesia católica, tanto como para cualquier otra estructura religiosa o laica. En el caso de la jerarquía católica, el asunto es más evidente aún por el simple hecho de que su moral, que Fernando Sebastián Aguilar nos induce subrepticiamente a ver como inmutable, no lo es en absoluto. Bajo unas normas aparentemente sólidas de conducta, bajo un sistema de referencias que podría parecer que están ahí desde el principio de los tiempos, lo que hay en realidad es una flexibilidad encomiable si se aplicase a otros fines. También podría decirse que hay una enorme capacidad para cambiar de chaqueta, aunque siempre con la mira puesta en preservar un lugar privilegiado junto al poder, cuando no en asumir el poder mismo. El propio obispo desliza una referencia al respecto que no puede pasarse por alto, cuando asegura que "Desde el año 1971 la Iglesia española ha seguido en este punto un itinerario intachable", refiriéndose a su capacidad para mantener un "comportamiento tolerante y democrático". Ninguna referencia al periodo 1939-1971, por poner un ejemplo.

La moral cristiana católica está hecha a la medida de los intereses que en cada época histórica ha tenido la jerarquía correspondiente, y no el conjunto de los creyentes católicos. Buen cuidado ha tenido siempre esa jerarquía en construir y defender un sistema de autovalidación como única referencia intelectual-religiosa ante sus propios fieles, de manera que éstos no pudieran oponer debate alguno a las normas dictadas por la jerarquía. Esto y no otra cosa es el tinglado de la fe y de la infalibilidad papal.

A pesar de lo dicho unos párrafos más arriba, yo creo que, puestos a elegir entre lo que hay, es mucho más manejable una ética impuesta por un Estado democrático (con todas las comillas que se le quieran poner), que una moral administrada por una jerarquía no-democrática.

Porque con esa moral adaptable en la mano, se entienden los muchos y muy conocidos ejemplos que en la historia se han dado de una Iglesia coqueteante y defensora de los mayores asesinos y criminales. Así pues, no nos venga usted, señor Aguilar, con que hay que dejar que siga actuando la moral cristiano-católica.

¿Cuál de ellas?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
A mi, como a aquel que decía: "cuando alguien dice patria, me pongo a temblar", me pasa lo mismo: Cuando alguien dice moral me pongo a temblar. Y últimamente la moral parece que impregna todos los mensajes: la iglesia dice que es moral opinar políticamente de la unidad de españa, que en si misma es un bien moral. Se queda tan ancho. Rajoy dice que hablar con batasuna puede no ser ilegal (el ts les ha dado un bofetón) pero dice que no es moral. Pero si lo hizo él si fue moral (lo que redunda en tu tesis de la moral adaptable).

Y luego están todos esos catastrofistas de negro antes llamados clérigos que deben sentir atacadas todas sus posiciones de poder para con la moral (a ninguna empresa le gusta la competencia9 cuando se declaran insumisos a nuevas corrientes de pensamiento o asignaturas laicas.

Un saludo