Acosados

En la localidad malagueña de Mijas, una abogada ha puesto una denuncia contra la directora de un instituto público por haber desbaratado un belén que algunos alumnos habían puesto en el interior del centro. La abogada llega a pedir una orden de alejamiento contra la directora, para que no pueda acercarse e influir negativamente en niños creyentes, y la acusa de infligir vejaciones y maltrato psicológico a los chicos.

El argumento de esta directora para retirar el belén fue que en un centro público de un estado laico, no cabían las manifestaciones religiosas. El de la abogada denunciante, que el estado es aconfesional, lo cual no es lo mismo que laico. La abogada, tal y como se va poniendo de moda hacer, argumenta además que el belén, como tantas otras cosas propias de la religión católica, no es sino una muestra de un sustrato cultural que hay que respetar. El mismo sustrato cultural, digo yo, que podría permitir a los curas amonestar a los novios que se besasen al sol en un banco del parque, apoyándose en la innegable tradición cultural represiva basada en el catolicismo. O, puestos a recordar, el mismo sustrato cultural que podría permitir que se llevase a la hoguera a quienes no aceptasen los dogmas de la Iglesia.

Que el estado sea aconfesional quiere decir, precisamente, que no se manifiesta favorable ni potenciador de ninguna de las religiones existentes o que puedan existir. Es decir que, incluso en el caso de que sus servidores (los del Estado) fuesen todos ellos personalmente católicos, o seguidores del Islam, o budistas, nada podrían hacer en favor de la potenciación de ninguna de esas religiones, fuera la propia o la de otros.

Y esto es lo que ha cumplido la directora del mencionado instituto. Ha puesto los medios para que la pequeña parte del Estado que ella representa legalmente (representación que es, no lo olvidemos, un deber y obligación, y no un privilegio) cumpla con el ordenamiento constitucional.

Miren ustedes, voy a confesarles una cosa: yo, que me declaro agnóstico desde hace bastantes décadas, he consentido y colaborado en poner un belén en mi casa. Mi mujer, que también es, si no agnóstica, sí atea o al menos nada creyente, es quien insistió en hacerlo, al igual que el pasado año. La única razón de ello es la existencia de un niño de cuatro años que lo único que ve en el belén es una ocasión de fiesta e ilusión, porque supone sacar del trastero objetos que llevan allí desde el pasado invierno, y que le remiten a sensaciones placenteras de luz, canciones, regalos... Considero que es nuestro derecho hacerlo, porque actuamos en el marco de nuestro hogar, y por tanto se trata de un acto privado sobre el que nadie tiene que decirnos nada ni nosotros tenemos que dar explicaciones.

Pero me molesta que haya belenes en la escuela infantil a la que va mi hijo, y si no digo nada al respecto es porque, precisamente debido a mi agnosticismo, considero irrelevante la cuestión religiosa, tanto en su pretendido fondo (la existencia o no de un dios) como en su forma. Me limitaré en su momento a transmitir a mi hijo exactamente eso: que en mi opinión es algo que carece de importancia, que cosas como Jesús, el Espíritu Santo (con mayúsculas sólo porque mi disciplina ortográfica y mi lealtad a la Academia de la Lengua me conducen a ello) o el mismo Dios, no son más que mitos, leyendas unas veces fraguadas por la urgente necesidad de creerse protegido por alguien al que no vemos, y otras interesadamente construidas como vehículo de poder de una casta a lo largo de la Historia.

La ventaja de un Estado aconfesional, a diferencia de otro confesional y fascista como el sostenido durante treinta y ocho años por Franco y la Iglesia católica, es que yo puedo explicarle eso a mi hijo y no tener que enfrentarme incluso con la cárcel. Ahora bien, me costará mucho trabajo conseguir que entienda mi punto de vista si, en contra de toda lógica, el niño ve que en el colegio aparecen, avalados indirectamente por la propia institución educativa, símbolos relacionados con el catolicismo.

Así que soy yo, y también mi hijo, el acosado por las hordas cristianas. Soy yo el indefenso. Y no me gusta la indefensión. Si quien tiene que proteger mis derechos por activa y por pasiva, no lo hace, yo me defenderé solo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yo estaría de acuerdo que en escuelas laicas no existieran manifestaciones religiosas, siempre que en España existiera libertad para elegir los centros en los que educar a nuestros hijos. Pero como esa libertad no existe, creo que respetar la existencia de un belén que, guste o no, es una tradición asumida gustosamente por la mayoría de los alumnos de ese centro, es un ejercicio de responsabilidad y lo contrario una estupidez.
AF ha dicho que…
"(...) siempre que en España existiera libertad para elegir los centros en los que educar a nuestros hijos (...)"

Ohkan: ¿Cuándo y dónde se ha perdido esa libertad? ¿Que le lleva a sentir que Ud. u otras personas no la tienen?