Marionetas rotas en una calle desierta
Hace ya siete meses que saltó la primera alarma sobre lo frustrado del experimento de Second Life. Ya entonces se advertía que el furor que el invento había causado en sus primeros meses, se iba desinflando y el mundo virtual pionero perdía pulso día a día. Hoy, la tendencia alertada entonces parece concretarse de manera irreversible y las grandes empresas, que tanto dinero dedican a asesorarse sobre la rentabilidad de los espacios en los que invierten en imagen, desertan a marchas forzadas de ese planeta imaginario.
En la entrada que entonces dediqué a la noticia escribí que me alegraba del comienzo del fracaso de Second Life. Quizás fui excesivamente acre entonces, pero, sin mostrar el alborozo de aquella vez, lo cierto es que sigo pensando que el mundo real tendrá unas pocas defensas más sin un mundo virtual que lo oscurezca, que si ese mundo virtual existe y es pujante.
No obstante, no puedo evitar ahora, contradictoriamente con esa opinión, sentir una cierta ternura por todas esas marionetas rotas en las que quizás muchos habían depositado grandes esperanzas e ilusiones. Las casas y las salas de Second Life parecen ofrecer ahora un aspecto de cementerio romántico, olvidado y con las tumbas llenas de moho e invadidas por las malas hierbas. Confío en que las vidas reales que allí dejaron su avatar sepan rehacerse en torno a una comunicación más de carne y hueso con sus semejantes.
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Un saludo.