Mía


No es un adjetivo posesivo, es el nombre de la gata de siete meses que he adoptado, junto con mi hijo (o sea, que mi hijo también la ha adoptado, no vayan a pensar cosas raras).

Tras dos años y medio de la muerte de Trostki y tras dos años y medio de acordarme de él cada dos por tres, he superado la murria que me daba adoptar otro gato por miedo a pasarlo tan mal como cuando murió
aquel gatazo espléndido. He roto mi tradición de llamar Trostki a todo gato o gata que adopto porque me lo ha pedido mi hijo, que tiene bastante mano conmigo, para qué negarlo.

En esta ocasión, más que en las muchas anteriores que he adoptado un gato, siento que es realmente de la familia. Espero que seamos felices ella, Marcos y yo. Y, ya puestos, todas y todos ustedes, incluso aunque sean uno de esos creadores y alimentadores de granjas de tuits estúpidos, bastante estúpidos ellos mismos.

Pues hala, a felicidear, que no sé si suena muy bien pero que significa ser feliz.

Comentarios