Que no se nos vaya la cabeza

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saliendo del Congreso tras la primera parte del debate de la moción de censura.
Foto: eldiario.es

Mariano Rajoy acaba de salir por la puerta del Congreso, espero que para siempre. El abuso indiscriminado de la corrupción ha terminado consiguiendo que 180 votos de fuerzas políticas muy distintas entre sí se hayan unido para abrirle esa puerta y hacerle salir por ella.

Sin apenas dar tiempo a la alegría, quienes apostamos por la política en el buen sentido tenemos la obligación de mantener la cabeza sobre los hombros y no dejarnos llevar por impresiones falsas sobre el periodo que se abre a partir de ahora, con el PSOE en el Gobierno.

El PSOE, no sólo Pedro Sánchez. Es decir, también Susana Díaz estará, en cierto modo, en el Gobierno. Y los barones más conservadores del partido socialista lo estarán en la misma o parecida medida. Estarán también PdeCat, PNV y otras fuerzas que no han tenido las mismas razones que muchas y muchos de nosotros para dar su voto favorable a la moción de censura. Tendrán su agenda particular y la presentarán (ya se la han presentado antes) a Pedro Sánchez mañana mismo.

Podemos necesitará, en mi opinión, dos cosas fundamentales: ser capaz de liderar la oposición al Gobierno y mantenerse como garante de continuidad de la unidad de las fuerzas que en estos últimos años, con sus tropiezos, avances y retrocesos, se han ido conformando casi como una única fuerza: la compuesta por aquellas formaciones que han surgido en mayor o menor medida del deseo popular de cambiar este país expresado desde el 15M para acá; y por quienes existían desde antes pero se han embarcado en el mismo barco.

Es decir, que para Podemos, como partido principal de la izquierda (o de las de abajo, llamémosle como mejor nos parezca), se abre ahora la etapa más peligrosa para cualquier formación con esa adscripción ideológica: la de gestionar la posibilidad de avanzar.

Cuando esa posibilidad no existe porque el conservadurismo, la reacción incluso, la represión, la imposición económica nos arrincona a todas por igual, la izquierda se mueve muy bien. Pero cuando la posibilidad de avanzar surge, inmediatamente aparece el fenómeno de la división (por muy legítima que sea) sobre qué camino tomar. Y, claro está, sobre quién debe liderar la marcha.

Y no se puede liderar una oposición parlamentaria, y mucho menos una oposición en la calle, con divisiones importantes, o que la población vea como importantes. En cuanto éstas aparezcan, aparecerá el discurso del desprecio y el miedo por parte de quienes, atrincherados en sus periódicos o cadenas de televisión, se volcarán inmediatamente a señalar esa división para mostrar a la gente la imagen y el mensaje que les interesa: "¿Lo veis? No son capaces".

Y por ahí podrá llegar la pérdida de una oportunidad que no recuerdo haber tenido en toda mi vida, o al menos en los últimos cuarenta años: dar un vuelco a este país en las instituciones y fuera de ellas. La oportunidad de romper no ya con las décadas de corrupción y destrozo del Estado que han caracterizado al PP, sino con cientos de años de historia de país sin rumbo global, sin rumbo para todas y todos.

Quien crea que la oportunidad que surge es una oportunidad sólo para él, una oportunidad pequeña, se equivoca de medio a medio. Tras la puerta por la que Mariano Rajoy acaba de salir aguarda, agazapado, su sustituto investido como tal por el IBEX35 y por toda la España rancia que quizás hoy está atemorizada, pero que dentro de una semana observará atenta para ver si de verdad hay un peligro cierto en el horizonte, o si, por el contrario, todo esto puede quedar en nada más que un susto.

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