Deseos de principio de año

Para este nuevo año y para los siguientes, tengo un deseo que atañe sólo a mi hijo. Deseo que se convierta en una buena persona capaz de encontrar medios honestos con los que vivir dignamente. Que no se aproveche de los demás y que ponga de su parte todo lo que razonablemente pueda para impedir la injusticia y restituirla allá donde se haya visto apartada. Que conserve el carácter alegre y la chispa cariñosa que observo en él. Y que sea un manitas y sepa arreglar tanto grifos como enchufes.

Hasta aquí supongo que no existen deseos más normales. Hay algunos otros que quizás no lo sean tanto. Deseo que no pierda aquellos rasgos de su carácter habitualmente considerados negativos pero que no hacen de él una mala persona, sino, como mucho, una persona difícil. No quiero que se convierta en un santo ni en un perrito faldero. No quiero que deje de ser terco y un poco egoísta. No quiero que deje de ser un poco cruel a veces.

Tremendos deseos para un hijo, seguramente. Lo razonaré para ver si entienden por qué los expongo aquí.

Quien más y quien menos hemos dicho alguna vez en nuestra vida que las cosas no son totalmente blancas ni negras, que el peor criminal tiene su momento y su lado buenos y que el más reconocido santo habrá cometido también sus pecados. Pero una cosa es reconocerlo y otra muy distinta, querer que siga siendo sí.

Por mi parte, no deseo que los criminales (para seguir con el ejemplo mencionado) sigan siéndolo, y mucho menos que mi hijo sea uno de ellos. Sin embargo, sí me doy cuenta de que, de manera inexplicable para mí, una buena persona, lo que yo considero como una buena persona, está compuesta por rasgos positivos y negativos, y los primeros no se explican sin los segundos. Por ejemplo, alguien que demuestra su egoísmo de manera incluso un poco ruin pero bastante tonta, comiéndose más filetes de los que le tocan en la comida, por ejemplo, seguramente está usando, sin saberlo, la calidad de ese rasgo negativo para evitar el florecimiento de otro de peor calado.

Como todos reconocemos a menudo, no creo que existan los santos. El problema es que la sociedad y los individuos de la misma, al menos en la cultura occidental que conozco, no extraen de ello las debidas conclusiones y pretenden borrar sistemáticamente los rasgos negativos de la conducta humana. El resultado es ese mundo políticamente correcto en el que se busca que la fachada esté impoluta, aunque la trastienda apeste. Y, desgraciadamente, la trastienda apesta.

Por eso deseo que mi hijo siga teniendo aquellos lados malos, pero no determinantes, de su conducta. Quizás con ello consiga que sea en todo lo demás, esa buena persona  de la que hablaba al principio.

Y a todas y todos ustedes les deseo lo mismo.

Feliz año.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Grande, Antonio, sabias palabras.
Muuuy interesante la verdad.

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Saludos desde http://yoadoroviajar.blogspot.com

Trini.