"¡Descontaminación a paso ligero: hip-o, hip-aro...!"
Como todo en esta sociedad tan imbuida de aquel espíritu gimnástico franquista que obligaba a los muchachos a ponerse sanos haciendo gimnasia a toques de silbato (¡¡un, dos, un, dos..."), ahora les toca el turno a las bolsas de plástico de los supermercados, la nueva amenaza cuasi terrorista mundial que, sin que nos diéramos cuenta, llevaba décadas socavando la sociedad democrática occidental a golpe de plástico longlife.
Ocurrió con el tabaco, que de repente se convirtió en anatema y estigma odioso en la frente de los fumadores. En el mismísimo momento en que a los gobiernos de los países más desarrollados se les ocurrió que había que arremeter contra ello porque los males directamente derivados del consumo de tabaco estaban cargando demasiado las cuentas de la Seguridad Social, en ese momento cientos de miles de personas en todo el mundo rico se dieron cuenta, así, de pronto, de que fumar era algo intolerable, impresentable, indefendible, odioso y punible. Y empezaron a mirar mal al fumador que (es cierto) hasta unas semanas antes vivía feliz en su cárcel de humo, anquilosando cómodamente sus arterias y alimentando cuidadosamente su cáncer correspondiente. Nadie le había recriminado nada durante años, más allá de alguna leve reconvención ante un exceso notorio, y ahora, de repente, todos le miraban mal.
Con las bolsas de plástico pasará lo mismo. Las primeras entrevistas "a pie de caja" (con lo significativas que son y lo pedagógicas que resultan) ya nos desvelan la predisposición ovejuna de todo quisque para asumir que la bolsa de plástico es mala, muy mala, y habría que meterla en la cárcel. Entiéndanme, no es que no comprenda el inmenso atentado que el uso indiscriminado de estos objetos supone contra el medio ambiente. Más bien es que me repele la ligereza con la que admitimos lo primero que nos mandan desde las campañas gubernamentales y los medios de comunicación (en este caso es particularmente notable la santa alianza entre ambas instancias), sin buscarle (y, por tanto, sin encontrarle) el tercer pie al gato.
Y el tercer pie es el que se deja ver en esa cajera que, recitando correctamente su papel, le dice al cliente hermosamente atento al oráculo: "ésta de aquí [la de plástico normal] le cuesta ahora 5 céntimos; y esta otra [la reciclable], 50 céntimos". Es decir, que en algunos casos pretenden cobrarnos 50 céntimos por usar algo equivalente a otra cosa que antes nos salía gratis. Una vez más, el coste final de revertir una práctica perjudicial para el medio ambiente, se quiere echar sobre la espalda del ciudadano.
Estoy harto de que me empujen a aplaudir, por puro despecho, lo que sólo debería rechazar. Por ejemplo, el uso indiscriminado de bolsas contaminantes, de manera que el mundo se contamine más aún, la mierda llegue a las puertas de los chalés de La Moraleja y así, por fin, que los que tienen la pasta, se la gasten en solucionar los desaguisados.
Ocurrió con el tabaco, que de repente se convirtió en anatema y estigma odioso en la frente de los fumadores. En el mismísimo momento en que a los gobiernos de los países más desarrollados se les ocurrió que había que arremeter contra ello porque los males directamente derivados del consumo de tabaco estaban cargando demasiado las cuentas de la Seguridad Social, en ese momento cientos de miles de personas en todo el mundo rico se dieron cuenta, así, de pronto, de que fumar era algo intolerable, impresentable, indefendible, odioso y punible. Y empezaron a mirar mal al fumador que (es cierto) hasta unas semanas antes vivía feliz en su cárcel de humo, anquilosando cómodamente sus arterias y alimentando cuidadosamente su cáncer correspondiente. Nadie le había recriminado nada durante años, más allá de alguna leve reconvención ante un exceso notorio, y ahora, de repente, todos le miraban mal.
Con las bolsas de plástico pasará lo mismo. Las primeras entrevistas "a pie de caja" (con lo significativas que son y lo pedagógicas que resultan) ya nos desvelan la predisposición ovejuna de todo quisque para asumir que la bolsa de plástico es mala, muy mala, y habría que meterla en la cárcel. Entiéndanme, no es que no comprenda el inmenso atentado que el uso indiscriminado de estos objetos supone contra el medio ambiente. Más bien es que me repele la ligereza con la que admitimos lo primero que nos mandan desde las campañas gubernamentales y los medios de comunicación (en este caso es particularmente notable la santa alianza entre ambas instancias), sin buscarle (y, por tanto, sin encontrarle) el tercer pie al gato.
Y el tercer pie es el que se deja ver en esa cajera que, recitando correctamente su papel, le dice al cliente hermosamente atento al oráculo: "ésta de aquí [la de plástico normal] le cuesta ahora 5 céntimos; y esta otra [la reciclable], 50 céntimos". Es decir, que en algunos casos pretenden cobrarnos 50 céntimos por usar algo equivalente a otra cosa que antes nos salía gratis. Una vez más, el coste final de revertir una práctica perjudicial para el medio ambiente, se quiere echar sobre la espalda del ciudadano.
Estoy harto de que me empujen a aplaudir, por puro despecho, lo que sólo debería rechazar. Por ejemplo, el uso indiscriminado de bolsas contaminantes, de manera que el mundo se contamine más aún, la mierda llegue a las puertas de los chalés de La Moraleja y así, por fin, que los que tienen la pasta, se la gasten en solucionar los desaguisados.
Comentarios
Un saludo
Por otro lado ¿cuantos millones de bolsas de basura no se compran porque se utilizan las del supermercado para ese menester? Luego ahora las bolsas de plastico para la basura incrementarán su consumo y mas beneficio para los productores de bolsas contaminantes.
Si tan preocupados están por la naturaleza lo que tendrían que hacer es suministrar gratis las bolsas biodegradables, que ya nos cobran su importe en el precio del producto.
Salud, Repúbvlica y Socialismo
¡Por supuesto¡ el coste de revertir una practica generalizada ha de ser costeada entre todos los ciudadanos, o ¿tiene usted una propuesta más razonable?
Sea práctico, cuando la contaminación llegue a los chalets de la Moraleja sus propietarios ya se habrán buscado mejor residencia. Por todo el mundo puede encontrar ejemplos de barrios “contaminados” que oportunamente fueron abandonados por los residentes que tenían medios económicos para mejorar.
Estas otras son medidas que sólo afectan a un sector de la población: los de La Moraleja (que seguirán viviendo allí hasta el último momento, no lo dude: para cambiar tiene que haber otro sitio mejor al que ir) enviarán a las sirvientas o sirvientes, que deberán ir provistos de carrito de la compra para transportar el pedido. Un carrito de la compra que yo, que debo comprar según vuelvo de trabajar, no puedo llevar a todas partes.
En realidad, a los de La Moraleja se la sudará si su criado trae la compra en un carrito llevado por él mismo, en bolsas que cuesten 5 ó 50 centimos, o con bolsas supercontaminantes que te cagas.
Un saludo.
Puede ser muy divertido tirar contra todo lo que se mueva, a usted puede entretenerle, pero aparte de de malgastar munición es muy posible que matemos al amigo.
Eliminar el uso del PVC, la mayoría de las bolsas son de este material, es una necesidad urgente.
No me parece oportuno mezclar el asunto con el negocio que las tiendas puedan hacer con las dichosas bolsitas.
La prohibición del PVC en las bolsas es correcto.
Que el comercio no le regale las apropiadas es otro tema, cámbiese a otra tienda, hay muchas que siguen regalando las bolsas. (Antonio Rodriguez, si usted cree que ya le han cobrado la biodegradable en el producto reclame, no pague dos veces el artículo).
No es razonable exigir que le regalen las bolsas, haga números y si le conviene cambie de proveedor.
Me explique eso de que estas medidas sólo afectan a un sector de la población. Usted no tiene servicio que se encargue de la compra diaria, pero si así lo desea puedo indicarle más de una forma de organizarse, compatible con su horario laboral, para no tener que necesitar las bolsas que le venden a 50 ctms en el Carrefour.
NO, no busque en esta prohibición munición para disparar contra el “capital”.
Permítame que reconozca el acierto de Mendo reclamando que se elimine el PVC en los empaquetados, por ahí si me parece oportuno criticar.
Un cordial saludo
En cuanto al resto, ya escribo en la entrada que comprendo la necesidad de acabar con el abuso del plástico en las bolsas. Pero, no dude de su error, todo está relacionado, en un sistema capitalista, con el capital. Podrían tomarse medidas tan efectivas o más que las que ahora están tomando para erradicar el uso de la bolsa de la compra y, por supuesto, los envoltorios superfluos de los productos, a los que tan acertadamente nos referimos don Mendo ahora y yo hace varios meses. Medidas que no implicaran conducir indirectamente y mediante artimañas a los consumidores a consumir las bolsas de pago. Pero esas medidas no interesan porque no generan beneficio... para las grandes empresas.
Un saludo.
La medida que se comenta en esta entrada no implica consumir bolsas , lo que implica es sustituir el consumo de PVC por otro material. El PVC es muy barato pero desgraciadamente tiene dos inconvenientes para el medio-ambiente: uno es la dificultad de su tratamiento como residuo, y otro más perjudicial es el cloro empleado en su fabricación. Si el nuevo material es más caro hay que pagarlo por lo que vale o reducir el empleo de bolsas.
Nadie le obliga a consumir bolsas de fécula o de papel, simplemente el mercado le ofrece sus productos y usted puede adquirirlos o prescindir de ellos (que sean caras es una ventaja, les daremos varios usos).
No es criticable que el Lidl aproveche el momento para vender bolsitas pues ese es su negocio, pero nadie conduce a nadie con artimañas.
El segundo matiz.
Si profundiza un poco en su razonamiento verá que la verdad es la contraria. Las medidas que encarecen los productos o los servicios no interesan al capital, las empresas están muy contentas con la actual situación, aprovechando sin coste el medio-ambiente y sin repecutirlo en el precio de sus productos.
El consumidor sabe hacer SUS cuentas, obligar a repercutir los costes medio-ambientales en el precio final tendrá como resultado que el mercado premiará a las empresas que consigan mantener a menor coste el medio-ambiente.
De momento estamos en un sistema capitalista y es lo que hay.
Por favor, no haga demagogia…”medidas que no generan beneficio”… el beneficio NO lo generan las medidas, lo genera el sistema capitalista
un cordial saludo
Un saludo.
Mientras consigo dilucidar qué es lo que no estoy haciendo bien, siento decirle, don Spook, que mi respuesta tendrá que esperar y usted, seguramente, se corroerá por dentro esperándola.
Un saludo.
Veamos respecto al último suyo, don Spook. Una empresa capitalista obtiene plusvalías de la explotación de sus trabajadores. Añadido a esas plusvalías, puede obtener otros beneficios como producto (generalmente marginal, pero a veces enorme) de actividades complementarias (sean financieras o de otro tipo). Si Carrefour deja de gastar unos cuantos cientos de miles de euros al año en bolsas de plástico que hasta el momento regalaba (ya sé que las incorporaba al precio de los productos, pero es que ahora no va a bajar ese precio en la proporción que se corresponde con el importe que no va a satisfacer por las bolsas, luego me da lo mismo), va a obtener un beneficio en forma de mayor margen comercial o, si se prefiere, de explotación.
Ahora bien, esa desaparición de la bolsa de plástico como tributo casi obligado a la venta masiva no sería viable obtenerla si no fuese gracias a una decisión política de un gobierno que decide que ahora lo importante es acabar con la producción abusiva de bolsas de plástico. En función de esa decisión política, toma medidas que se expresan, entre otras cosas, en una fuerte campaña mediática de resultas de la cual Carrefour (y los demás también, es sólo un ejemplo) pueden vender la desaparición del servicio de bolsas gratuitas como algo inevitable y necesario para ayudar a solucionar un grave problema medioambiental. Insisto: es gracias a esas medidas políticas que los distribuidores van a poder presentar el asunto como algo beneficioso para la sociedad.
No es la primera vez que se intenta acabar con las bolsas de plástico. Esta misma preocupación debe tener alrededor de unos veinte años, al menos. Hace ese tiempo, o quizás más aún, se probó a plantear el problema y tímidamente se quiso hacer desaparecer la bolsa de los comercios. La reacción, previsible, fue de contestación por parte del público, al que se había acostumbrado a un determinado hábito de compra y no quería renunciar a él de repente y sin compensación de ningún tipo. La cadena Día (ahora propiedad de Carrefour) ha mantenido una política en ese sentido, negando la bolsa gratuita, pero ofreciendo la posibilidad de obtenerle mediante pago. Aunque tiene mucho público, otras muchas personas no van a comprar allí, entre otras razones, por lo molesto que les resulta encontrarse, si se han olvidado del carrito, con que tienen que pagar por unas míseras bolsas.
(AQUÍ FINALIZA LA PRIMERA PARTE, QUE BLOGGER ME OBLIGA A CONTINUAR EN UN SEGUNDO COMENTARIO)
Dice usted que nadie conduce a nadie con artimañas... Pues sí, sí se hace. Así denomino yo, al menos, a decirte que nadie te obliga a comprar las bolsas de pago cuando los hábitos de compra inducidos (no me venga usted con que nadie induce a nadie a asimilar hábito alguno, porque o sería usted un ingenuo, o tendría mala fe) llevan a realizar compras abundantes que no suelen caber en los receptáculos que razonablemente puede llevar uno encima (mochila, bolso, maletín...) Dado que el momento de la compra es ahora algo que se planifica de manera distinta que hace varias décadas y por parte de actores distintos (antes hacía la compra quien se quedaba a cargo de la casa y la hacía por la mañana y de manera organizada, lo que implicaba poder llevar el capacho, el carrito de la compra o lo que fuese; ahora la hace cualquiera y aprovechando cualquier momento, lo que implica que no va a ir uno todo el día cargando con las cestas o carros a todas partes).
¿Quiere esto decir que debemos potenciar la continuidad, incluso el aumento, del uso de la bolsa de plástico? No, ya decía en la entrada que la rabia que le dan a uno las campañas tan al uso me impulsan a ello, pero reconozco que no es lo que hay que hacer.
Pero ¿significa que esto es lo mejor y lo único que se podía hacer? Pues no, en mi opinión habría que adoptar medidas que empujasen a los distribuidores a presionar a los fabricantes para que hubiera menos envases superfluos en sus productos (con el consiguiente gran ahorro de espacio en el volumen de compra). No hay que olvidar que muchos de esos envases superfluos son solicitados, o lo fueron en su día, por los distribuidores, que requerían envases voluminosos que hicieran más difícil el robo.
Y en cuanto a los fabricantes, habría que presionarles para que dejaran de producir inacabables variantes absolutamente innecesarias del mismo producto, de forma que las compras pudieran racionalizarse más y se pudiera comprar menos.
¿Utópico? ¿Antiliberal? ¿Coarta la libertad? No me preocupa.
Un saludo.
¡Vaya empanada que ha cocinado¡¡
Primero y principal: no es “la empresa capitalista” (una determinada) la que obtiene plusvalía de la explotación del trabajo, es el CAPITAL. Hay empresas (muchas) que obtienen grandes plusvalías con un mínimo de trabajadores.
Segundo: Carrefor, y cualquier empresa, hacen su planificación de gastos, incluyendo en su caso las bolsas, le aumentan el beneficio y así abtienen el precio de venta de sus productos. Mire usted, la bolsa es un coste como lo es la limpieza del establecimiento o la iluminación. El ahorro del coste de las bolsas, como afecta a todos los distribuidores y estamos en un mercado competitivo, no permite agregarlo al beneficio.
En cuanto a restringir la libertad de productos y variantes en el mercado creo recordar que ya hemos debatido no hace mucho en éste su blog. Si yo descubro una variante de un producto mejor y más barata es bueno para la sociedad que pueda comercializarla…¿recuerda el debate? ¿quién decide qué y cuantos productos deben ser producidos? Su propuesta no es una utopía, es un IMPOSIBLE ANTROPOLÖGICO, la naturaleza del hombre es la que es y su propuesta requiere angelitos.
Un cordial saludo
Por otro lado, las plusvalías, evidentemente, pueden obtenerse en diferentes cantidades sin que haya una relación proporcional directa entre la cuantía de las mismas y la cantidad de trabajadores explotados (esto es, que se extrae esa plusvalía de su trabajo). Pero no sé a qué aspecto de mi no muy brillante discurso pretende responder usted con eso.
Pero estas cuestiones me parecen muy menores y simple cuestión de comas y puntos, como si dijéramos. la madre del cordero está en el último párrafo de su último comentario. Usted parte del mismo punto que lo hacen todos los liberales que en el mundo han sido (no sé si usted se califica a sí mismo de tal, ni viene al caso), que, para resumir, es un punto en el que la caracterización del mundo y la vida, a través de toda la historia, es la la de una jungla en la que debe imperar la ley del más fuerte. Y luego se irá viendo si se puede introducir algún factor de corrección que impida casos sangrantes de muerte masiva de niños por inanición (que los impida si se dan en el Primer Mundo, que si es en África, pongamos por caso, pues que les den dos duros). Porque, claro, como el ser humano es así de malo, pues no hay nada que hacer. De perdidos, al río, hagámonos todos igual de malos o más aún que los demás, y procuremos remar para llegar los primeros a la orilla.
Es una forma de ver las cosas, no digo que no.
Un saludo.
El capital no es, ni puede confundirse con el sistema capitalista. Ni con el tratado de K Marx (por cierto un excelente tratado sobre el capital)
Se utiliza para designar a un sujeto social que se apropia de la plusvalía del trabajo (los capitalistas). Esta plusvalía posteriormente es distribuida entre las distintas personas (físicas y jurídicas) que conforman “el capital” de la sociedad en cada momento. Y la distribución no se corresponde con la plusvalía obtenida por cada capitalista sino que según la organización y medios empleados unos capitalistas obtienen más plusvalía de la que aportan y viceversa. La plusvalía de Carrefour no es equivalente a la explotación de sus empleados.
El último párrafo de su comentario es una memez.
Sinceramente, me sorprendí de su ignorancia sobre el “CAPITAL” y me sorprende su ignorancia sobre el liberalismo (o se ha contagiado de la pueril demagogia de los actuales políticos patrios ¿?)
Lamento este comentario, pero es lo que hay
Un cordial saludo
Un saludo.
Un saludo.
Sus categorías sociológicas están algo anticuadas, para interpretar y entender/comprender la sociedad-hoy necesita actualizar sus conocimientos
Público 15 de septiembre de 2009:
"En este sentido, Magris señaló que su país, Italia, está a la vanguardia porque el primer ministro, Silvio Berlusconi, se dio cuenta antes que sus adversarios políticos de que el mundo había sufrido una enorme transformación social. "Él vio que ya no existía ni la burguesía ni el proletariado"
Dígalo Agamenón o su porquero.
Un saludo.
Para ser eficaces en el estudio de la sociedad las clases han de identificar agrupamientos que tangan un máximo de intereses y expectativas (esperanzas) comunes.
Efectivamente los proletarios (obreros/empleados) hoy no forman una clase. En cuanto a los burguese usted mismo propone otra denominación lo que equivale (supongo) a modificar los componentes de la clase.
Una prgunta: ¿quién está más identificado con la clase capitalista/burguesa, un empresario –dueño de una empresa de limpiezas, subcontratista de la concesionaria, que explota a una docena de mujeres inmigrantes- o un empleado de un chiringuito financiero que cobra primas millonarias según resultados ?.
Por eso hoy los políticos-profesionles (profesionales-políticos) forman una clase que los une/identifica (y los separa/aleja) de todos los demás ciudadanos
Obviamente, hablo desde los postulados marxistas, que creo siguen siendo útiles para identificar muchos de los procesos que el sistema capitalista crea, a veces, y sufre, en otras. En este sentido, si en mi anterior comentario pongo en duda la existencia del proletariado como clase, es porque, efectivamente, el número de quienes componen tal categoría debe tener un lecho mínimo, por debajo del cual no debe contarse con la existencia de tal clase, al menos en términos socialmente operativos. Proletario no es sólo un término referido a quien vende su fuerza de trabajo, sino también a quien lo hace en un determinado tipo de trabajo (obrero manual, use en mayor o menor medida una máquina). Sin esta última connotación, tan ampliamente existente en tiempos de Marx y hasta algo pasada la Segunda Guerra Mundial, no puede entenderse en su plenitud el término 'proletario', y es por ello que pongo en duda (o más bien doy por inconveniente) su uso.
pero lo referente al nombre de 'burguesía' no obedece al mismo tipo de problema. En este caso se trata de una cuestión más bien estética que política o sociológica. La etimología del término 'burguesía' está tan ligada al fin del feudalismo y al comienzo de la en tiempos llamada Edad Moderna; tan ligada a cuestiones históricas clave, como fue el crecimiento de la importancia de las ciudades, de la dinámica económica y, por ende, social que en ellas se produjo en Europa entre finales del siglo XV y durante el XVI y posteriores; está tan ligado a todo ello, digo, que ciertamente ahora parece un término añejo. Pero es el término, no su referente, el que lo está.
La burguesía, en los tiempos en que se acuñó como clase, ocupaba une spacio socioeconómico que con no demasiadas diferencias sigue ocupando ahora un sector de la sociedad a la que por esas homogeneidades que usted menciona, se le puede considerar una clase social.
Todo esto puede ser puesto en duda por cualquiera, incluido usted, porque yo se lo permito ;).
Un saludo.
Se puede debatir la ideología desde los DATOS, pero no se pueden debatir los DATOS desde la ideología
nota: NO, no es una pregunta clásica, ni su respuesta es clásica. Yo no creo que el subcontratista se identifique con la clase dirigente. Es el director financiero el que está más interesado en el beneficio del capital.
Su pregunta sí es clásica y, he de decirlo con cierta sorpresa, un tanto simplona. Y cuando digo clásica quizás me exceda en el adjetivo, pues suele exigirse para aplicarlo una determinada "solera" a las cosas, pero creo que aquí puede aplicarse, porque la solera es, como tantas cosas, relativa.
La "muerte" de la clase obrera y, por extensión, de las clases sociales, es algo defendido por multitud de filósofos y sociólogos que, éstos sí, pretenden convertir sus propias ganas de que eso ocurra en una ley válida universalmente. Esta extinción de las clases se ha pretendido argumentarla con preguntas como la que usted hace, poco más o menos, y esto es así desde los años 60-70. A estas alturas, yo le llamo a eso un clásico.
Me acusa usted de argumentar desde la ideología y no desde los datos, pero no sé qué datos pretende usted aportar en una discusión de esta índole. Es más, yo diría que la mera pretensión de debatir esto sobre la base de "datos" es ya toda una declaración de principios, en el sentido que la hacen los modernos sociólogos y politólogos. Le recomiendo, si cree usted que las cosas son objetivables hasta ese punto, la relectura, o la lectura por primera vez, de la serie de la Fundación, de Isaac Asimov, en la que se lleva al absurdo esa pretensión de objetivar un universo medianamente caótico como es el del comportamiento humano.
Las clases sociales son algo que queda definido por cada cual en función, entre otras cosas, de la percepción que se tenga del conjunto de la sociedad y su funcionamiento. Pero las teorías sobre las que Marx edificó su explicación del funcionamiento del sistema capitalista de su época no se basaban en ideología, sino en constatación y descubrimiento de ciertas leyes que se revelaron correctas, funcionales. Las clases sociales no son, en Marx, un apriori, sino, se puede decir, la conclusión de lo que él observa en lo que a funcionamiento del sistema capitalista se refiere: el sistema funciona así y así, la plusvalía se obtiene asá y asá y por tanto llego a la conslusión de que hay un colectivo identificable por no poseer más que su fuerza de trabajo como objeto de venta, mientras que hay otros que sí tienen más cosas que su mera fuerza de trabajo, y esas otras cosas (medios de producción, decía yo) le sirven para no tener que limitarse, para poder vivir, a vender su fuerza de trabajo. Unos tienen unas cosas, otros tienen sólo UNA cosa. En función de eso que unos tienen y otros, no, unos pertenecen a una clase y otros, a otra.
No es una cuestión exactamente de ganar más o menos, sino de ocupar un determinado lugar en el proceso productivo en función de lo que posees y, a su vez, en función del lugar que ocupas, te ves impelido a defender tus intereses. Intereses que coinciden con los de otros que, como tú, tienen (o no) algo más que su fuerza de trabajo. Esa sucesión de coincidencias con unos y otros en la defensa de tus intereses, o simplemente en la necesidad de vender tu fuerza de trabajo para poder vivir, te alinea objetivamente en... una clase.
Sobre la base de este argumento, carente en absoluto de ideología, usted mismo, y cada cual por su lado, mire a ver si en las sociedades de hoy en día puede rastrear algo parecido. Si decide usted que sí, debe llegar a la conclusión de que las clases existen. Después mire a ver cuáles existen en concreto, por qué se caracterizan (qué tienen en común quienes las componen) y cómo operan.
Luego hablamos.
Y no se ponga pestoso con lo de la ideología, hombre.
Un saludo.
En alguna ocasión le he manifestado, y ahora reitero, que no es mi intención tener la última palabra ni intento vencer (sólo convencer) por eso una vez expuestos los hehos y argumentos doy por terminada mi participación en esta entrada (continuar exponiendo nuestras diferencias sería una vana e inútil reiteración)
Al lector y a usted y a mi nos incumbe continuar, contrastar los comentarios con la realidad o con la ideología, eso alla cada cual
nota: en mi comentario: 15 de septiembre de 2009 14:26:00 escribo expresamente "Las clases siguen existiendo" haga el favor de no tergiversar tan torpe y brutalmente mis opiniones.
un cordial saludo
A mí hay una cosa que me parece bastante clara: Las iniciativas "ecológicas" de las empresas, casualmente, suelen ir siempre encaminadas a ahorrarse dinero y encima aparentar que se preocupan por el medio ambiente (ahorro de toallas en los hoteles, ahorro de bolsas en los supers, etc...)
El anuncio de Carrefour con una bolsa en la playa que se mantiene inalterada durante 400 años, estoy convencido de que es completamente falso. Si la típica bolsa de super en un par de años que la tengas en casa se hace jirones...
Se dedican a vendernos productos de mierda que al año están inservibles con preciosos envases que no sirven más que para generar residuos... pero luego la campaña va por las bolsas. A mí sí que me parece una cierta manipulación del consumidor.