Las dos Iglesias católicas en China
La Iglesia católica es fuente inagotable de sorpresas. Leo en una agencia de noticias electrónica al servicio del Vaticano que en China hay dos iglesias católicas igualmente reconocidas, una, legal y otra, ilegal. Los responsables de la diplomacia vaticana dominan como nadie el arte de convivir con el supuesto enemigo sin dejar de flagelarle con la crítica osada, al tiempo que le respaldan con la suave palabra de aprobación. Es una diplomacia florentina que encuentra eco en la también refinada doblez de los dirigentes chinos.
Tal para cual, la China que se continúa definiendo como un régimen comunista al tiempo que pone en marcha todos y cada uno de los resortes de la economía y la sociedad capitalista, tiene su par en una Iglesia que explica que sus fieles en aquel país que "optan" por actuar legalmente "viven perfectamente en comunión con la Iglesia universal incluso si están infiltrados por el gobierno", y, al mismo tiempo, que los otros fieles que no aceptan las normas de esa legalidad, "quieren preservar a cualquier precio a su alrededor un espacio de libertad que permita a su comunidad cristiana vivir plenamente su fe y transmitirla a las jóvenes generaciones".
De manera que la opción en China para los católicos parece estar entre mantenerse en la clandestinidad para así "preservar a cualquier precio a su alrededor un espacio de libertad ", o aceptar la legalidad china registrándose en las instancias oportunas (la Oficina Religiosa y la Asociación Patriótica) y enfrentándose, por lo visto a la "infiltración gubernamental".
Y la opción clandestina no es moco de pavo, porque al parecer acaba de morir en prisión, a los setenta y un años de edad, un obispo católico chino que no había aceptado esa legalidad que las autoridades chinas ofrecen a quienes se pliegan a sus exigencias. El obispo Hang Dingxiang murió el pasado domingo de forma sorprendente para todos sus conocidos, familiares y correligionarios, tras llevar ocho años en prisión, no siendo esa más que una de las muchas penas recibidas en su vida.
Que una entidad como la Iglesia católica pueda actuar con la impunidad que lo hace ante quienes pueden calificarse de súbditos, despreciando absolutamente la vida de los mismos e incluso incitándoles al sacrificio, mientras la Jerarquía actúa tan abiertamente en su calidad de Estado y no de representante de una fe religiosa, subleva los ánimos de cualquiera con sangre en las venas. Y no importa, para ello, que se sea o no creyente. No es esa la cuestión.
Tal para cual, la China que se continúa definiendo como un régimen comunista al tiempo que pone en marcha todos y cada uno de los resortes de la economía y la sociedad capitalista, tiene su par en una Iglesia que explica que sus fieles en aquel país que "optan" por actuar legalmente "viven perfectamente en comunión con la Iglesia universal incluso si están infiltrados por el gobierno", y, al mismo tiempo, que los otros fieles que no aceptan las normas de esa legalidad, "quieren preservar a cualquier precio a su alrededor un espacio de libertad que permita a su comunidad cristiana vivir plenamente su fe y transmitirla a las jóvenes generaciones".
De manera que la opción en China para los católicos parece estar entre mantenerse en la clandestinidad para así "preservar a cualquier precio a su alrededor un espacio de libertad ", o aceptar la legalidad china registrándose en las instancias oportunas (la Oficina Religiosa y la Asociación Patriótica) y enfrentándose, por lo visto a la "infiltración gubernamental".
Y la opción clandestina no es moco de pavo, porque al parecer acaba de morir en prisión, a los setenta y un años de edad, un obispo católico chino que no había aceptado esa legalidad que las autoridades chinas ofrecen a quienes se pliegan a sus exigencias. El obispo Hang Dingxiang murió el pasado domingo de forma sorprendente para todos sus conocidos, familiares y correligionarios, tras llevar ocho años en prisión, no siendo esa más que una de las muchas penas recibidas en su vida.
Que una entidad como la Iglesia católica pueda actuar con la impunidad que lo hace ante quienes pueden calificarse de súbditos, despreciando absolutamente la vida de los mismos e incluso incitándoles al sacrificio, mientras la Jerarquía actúa tan abiertamente en su calidad de Estado y no de representante de una fe religiosa, subleva los ánimos de cualquiera con sangre en las venas. Y no importa, para ello, que se sea o no creyente. No es esa la cuestión.
Comentarios
Vamos que lo del Vaticano es un cuento chino