En apoyo a las reivindicaciones de la AUGC... a pesar de todo
En plata: la Guardia Civil ha sido tradicionalmente el cuerpo más represivo existente en España desde el final de la Guerra Civil. Los casos de tortura más clamorosos se han dado en sus dependencias, y no sólo en Euskadi, sino en casi toda la geografía española. Aun después del final del franquismo, incluso con la llega al Gobierno del PSOE (incluso especialmente después de éso), se dieron casos emblemáticos no sólo de prisioneros torturados, sino incluso asesinados, como los presuntos etarras Lasa y Zabala. Guardias civiles de distinta graduación, desde la más simple a la más alta, fueron piezas clave en la creación y funcionamiento del grupo terrorista GAL, fomentado por miembros del Gobierno socialista y dedicado a la guerra sucia contra ETA.
La disciplina militar de ese cuerpo tan especial ha sido la clave de esa disposición a asumir a veces las más bajas misiones encomendadas por quien estuviera en cada momento en el poder. Otros recordarán la labor encomiable de este mismo cuerpo en distintas facetas relacionadas con la protección civil, la vigilancia y ayuda al tráfico rodado... Una labor que es ampliamente reconocida, empezando por mí mismo, pero que no compensa las otras acciones mencionadas más arriba. Asegurar la protección civil es su función y el cumplimiento de la misma debe ser agradecido, pero no considerado un mérito especial. Torturar y asesinar no era función suya y no hay que agradecerles nada por ello.
Ahora que la condición militar de la Guardia Civil está siendo puesta en entredicho con más fuerza por parte de buen número de sus miembros (porque muchas han sido las ocasiones, tras la muerte de Franco, en que desde el interior del cuerpo se ha reclamado anteriormente la "civilización" del mismo), las reflexiones anteriores deben ser recordadas porque son una faceta inolvidable del problema con que muchos nos encontramos a la hora de dilucidar si queremos apoyar esas reivindicaciones o no.
La otra faceta, la que ahora se quiere hacer primar más, es la de los guardias civiles como funcionarios, como trabajadores.
En este sentido, despojándoles de la primera faceta, pocos trabajadores requieren una mayor justicia laboral que estos funcionarios. Quienes hayan conocido las casas-cuartel de toda la vida (muchas de ellas, aún existentes) en que han vivido recluidos los guardias civiles con sus familias, habrán de reconocer que se trataba (y se trata) de lugares extremadamente pobres, muchas veces con menos comodidades que las viviendas de su entorno, incluso cuando éste era rural. Los salarios no han sido tampoco ningún motivo de alegría, y han estado por debajo de los de otros cuerpos de policía realmente civiles. Todo ello por no hablar de la condiciones "laborales", siempre marcadas por la disciplna castrense y tan sólo atenuadas por los atisbos de compañerismo y complicidad entre jefes y números, que para lo más que ha dado es para suavizar la papeleta.
Pues bien, éstos son los dos extremos de la disyuntiva: ¿les apoya uno en sus reivindicaciones, tanto laborales como de desmilitarización, o se regocija uno porque les expedienten a causa de sus protestas?
No sé si los guardias civiles de hoy en día tienen una "cultura de Cuerpo" como la que atesoraban sus antecesores en cualquier lugar de España. Una cultura acuñada en esa automarginación de las casas-cuartel y apoyada en interminables años jugando al mus o al dominó con el cura, el médico y el alcalde de los pequeños pueblos españoles y siendo, gracias a ello, parte de las fuerzas vivas. Una cultura que les revisitió en otras épocas con una autoridad omnipotente, mucho más real y tangible (para lo bueno y para lo malo) que la del juez, pongamos por caso. Que ya existan pocos pueblos en que se puedan ver esas fuerzas vivas relacionándose de ese modo no significa que, básicamente, no siga existiendo el mismo entramado y las mismas relaciones de poder entre los estamentos a los que cada cual representaba.
Pero, sea una u otra la respuesta a lo anterior, lo que yo querría es que no tuvieran esa cultura. Si no la tienen ya, pues que sigan sin tenerla; y si aún la tienen, que la abandonen. Y para ello es imprescindible que no se encuentren bajo disciplina militar. La disciplina militar coarta su capacidad de oposición a cumplir una orden injusta. Les hace menos sensibles a la dicotomía justo/injusto y les mantiene en la a veces cómoda seguridad de la obediencia debida.
Así que yo apoyo que sean desmilitarizados.
Y en cuanto a las condiciones laborales de todo tipo, me caben menos dudas. Puedo tener inquina contra el Cuerpo por lo que sé de él a través de distintas experiencias propias y extrañas. Pero éso no me impide ver lo que de injusto tiene y ha tenido siempre el trato laboral que han tenido.
La única razón de que el gobierno del PSOE no quiera cumplir sus promesas electorales es la que los propios representantes de la AUGC han mencionado: ha cedido a las presiones de los militares. ¿Demasiados frentes abiertos, señor Alonso?
La disciplina militar de ese cuerpo tan especial ha sido la clave de esa disposición a asumir a veces las más bajas misiones encomendadas por quien estuviera en cada momento en el poder. Otros recordarán la labor encomiable de este mismo cuerpo en distintas facetas relacionadas con la protección civil, la vigilancia y ayuda al tráfico rodado... Una labor que es ampliamente reconocida, empezando por mí mismo, pero que no compensa las otras acciones mencionadas más arriba. Asegurar la protección civil es su función y el cumplimiento de la misma debe ser agradecido, pero no considerado un mérito especial. Torturar y asesinar no era función suya y no hay que agradecerles nada por ello.
Ahora que la condición militar de la Guardia Civil está siendo puesta en entredicho con más fuerza por parte de buen número de sus miembros (porque muchas han sido las ocasiones, tras la muerte de Franco, en que desde el interior del cuerpo se ha reclamado anteriormente la "civilización" del mismo), las reflexiones anteriores deben ser recordadas porque son una faceta inolvidable del problema con que muchos nos encontramos a la hora de dilucidar si queremos apoyar esas reivindicaciones o no.
La otra faceta, la que ahora se quiere hacer primar más, es la de los guardias civiles como funcionarios, como trabajadores.
En este sentido, despojándoles de la primera faceta, pocos trabajadores requieren una mayor justicia laboral que estos funcionarios. Quienes hayan conocido las casas-cuartel de toda la vida (muchas de ellas, aún existentes) en que han vivido recluidos los guardias civiles con sus familias, habrán de reconocer que se trataba (y se trata) de lugares extremadamente pobres, muchas veces con menos comodidades que las viviendas de su entorno, incluso cuando éste era rural. Los salarios no han sido tampoco ningún motivo de alegría, y han estado por debajo de los de otros cuerpos de policía realmente civiles. Todo ello por no hablar de la condiciones "laborales", siempre marcadas por la disciplna castrense y tan sólo atenuadas por los atisbos de compañerismo y complicidad entre jefes y números, que para lo más que ha dado es para suavizar la papeleta.
Pues bien, éstos son los dos extremos de la disyuntiva: ¿les apoya uno en sus reivindicaciones, tanto laborales como de desmilitarización, o se regocija uno porque les expedienten a causa de sus protestas?
No sé si los guardias civiles de hoy en día tienen una "cultura de Cuerpo" como la que atesoraban sus antecesores en cualquier lugar de España. Una cultura acuñada en esa automarginación de las casas-cuartel y apoyada en interminables años jugando al mus o al dominó con el cura, el médico y el alcalde de los pequeños pueblos españoles y siendo, gracias a ello, parte de las fuerzas vivas. Una cultura que les revisitió en otras épocas con una autoridad omnipotente, mucho más real y tangible (para lo bueno y para lo malo) que la del juez, pongamos por caso. Que ya existan pocos pueblos en que se puedan ver esas fuerzas vivas relacionándose de ese modo no significa que, básicamente, no siga existiendo el mismo entramado y las mismas relaciones de poder entre los estamentos a los que cada cual representaba.
Pero, sea una u otra la respuesta a lo anterior, lo que yo querría es que no tuvieran esa cultura. Si no la tienen ya, pues que sigan sin tenerla; y si aún la tienen, que la abandonen. Y para ello es imprescindible que no se encuentren bajo disciplina militar. La disciplina militar coarta su capacidad de oposición a cumplir una orden injusta. Les hace menos sensibles a la dicotomía justo/injusto y les mantiene en la a veces cómoda seguridad de la obediencia debida.
Así que yo apoyo que sean desmilitarizados.
Y en cuanto a las condiciones laborales de todo tipo, me caben menos dudas. Puedo tener inquina contra el Cuerpo por lo que sé de él a través de distintas experiencias propias y extrañas. Pero éso no me impide ver lo que de injusto tiene y ha tenido siempre el trato laboral que han tenido.
La única razón de que el gobierno del PSOE no quiera cumplir sus promesas electorales es la que los propios representantes de la AUGC han mencionado: ha cedido a las presiones de los militares. ¿Demasiados frentes abiertos, señor Alonso?
Comentarios
Cuando las órdenes entrañen la ejecución de actos que manifiestamente sean contrarios a las leyes y usos de la guerra o constituyan delito, en particular contra la Constitución, ningún militar estará obligado a obedecerlas; en todo caso asumirá la grave responsabilidad de su acción u omisión.
La letra de la leyes dirá lo que quiera, y la realidad de los cuarteles lo adaptará a las "necesidades del servicio".